miércoles, 14 de octubre de 2020

Soy tal haciendo de tal

 

Soy tal haciendo de tal

 

Empiezo con una pregunta: ¿Es más interesante durante la impro que desaparezca el actor/actriz y aparezca 100% el personaje, o encaja mejor en el rollo impro que veamos al actor haciendo de ese personaje?



Tengo ejemplos en mente de improvisadores que nunca desaparecen del todo, que no trabajan tan a fondo las situaciones y personajes y pasan por esa zona sin darse la espalda a sí mismos. Pues bien, suelen acumular fans i reconocimiento post show. 

De ahí deduce uno que en estos procesos escénicos en los que lo que sucede no ha sido previamente pactado, fluye mejor una interpretación más transparente con el actor, que una sobreimplicación física y psicológica con el personaje.

jueves, 1 de octubre de 2020

Actuar en Pueblos

 

ACTUAR EN PUEBLOS

 Ojo, se viene artículo con trazas de frustración y notas de infortunio, pesimismo y desconfianza. Os prometo que soy buena persona en realidad.

Hay una reflexión interesante sobre actuar en pueblos. Lo primero, definir pueblo. ¿Número de habitantes? No. En impro, la diferencia entre actuar en un pueblo y en una ciudad, está en la permeabilidad del público. He actuado en pueblos cuyo público era de ciudad. Y (rara vez) en ciudades cuyo público era de pueblo.

El público de pueblo es aquel que vive unos círculos culturales tan definidos, ojo, no estrechos, que cualquier visión artística alejada de sus paradigmas va a ser inmediatamente objeto de juicio a través de y a partir de sus referentes.

A ver, voy a ser sincero. Yo soy de uno de esos pueblos. He actuado un par de veces allí, y la experiencia siempre es a medio camino de lo que podemos dar. No mala, floja. Comprendo que la configuración de escena era fría: escenario enorme, alejado de la proximidad del público y level difícil de cercanía. Pero la respuesta del público a la sucesión de las impros, era claramente distante y lenta.

Tiene sentido pensar que en un pueblo, las opciones culturales que se aproximen a la impro son evidentemente escasas o nulas. Y es también evidente que eso no es excusa, uno puede desplazarse y consumir cultura fuera de la carretera nacional que lo rodea. Pero la predisposición y facilidades no son las mismas que en una ciudad repleta de planes nocturnos, cafés teatro y centros culturales, y ahí entramos en la ya nombrada permeabilidad.

Sencillamente es más posible que el público de pueblo esté acostumbrado a una visión específica de cualquier representación escénica, con unos valores cerrados a la hora de juzgar y por lo tanto dejarse transformar por lo que ocurre en escena. El teatro siempre es en el mismo centro, y las obras las representan los mismos actores del mismo grupo de teatro amateur. La lectura de un show de impro es algo muy concreto que exige dejar atrás ciertas varas de medir, por ejemplo la puesta en escena, el carácter, la libertad, la fuga… Exige que el público comprenda que lo que está sucediendo no ha sido ensayado. Y por eso (no sólo por eso) puede ser interesante.

Por otra parte, hay pueblos en los que, con unas sesenta u ochenta personas en escenario pequeño, la espontaneidad de la impro ha sido explosiva, y se han entregado del todo a nuestro lenguaje. Lo que decía, he actuado en pueblos cuyo público era de ciudad. ¿Qué pasa ahí? Lo mismo, permeabilidad. Hay pueblos que abrazan la cultura importada y se dejan seducir por los espectáculos. Quizá porque los responsables de importar cultura tienen inquietudes, quizá porque en general hay menos referentes con los que conformarse un visión global de lo que “debe ser” la cultura. Pero hay pueblos que confían tanto en su propia visión global, que te obligan como improvisador a escalar un barranco de juicio. A mí me han hecho sudar.

La próxima vez que estéis abajo o arriba del escenario, fijaos en qué medida promedio está juzgando el público.