miércoles, 15 de febrero de 2023

Aún sin conocer nada…

 

Aún sin conocer nada…

Hace poco escuchaba en un podcast sobre comedia algo como: Pepe Rubianes no conocía conceptos como set up, punch line, bit, open mic… Y aún así los utilizaba y están presentes en sus monólogos.

Pues sí, amigos, volvemos a hacer un poco de retrospectiva hacia años pasados de las artes escénicas para comprender esta afirmación. En este caso proviene del gremio de stand up, que parece que ha empezado por la puerta de atrás del teatro y de repente descubre que hay un escenario con focos. Sí, bienvenidos a las artes escénicas, monologuistas. Lo que hacéis es teatro.

Por supuesto que Pepe Rubianes usaba estos conceptos que vosotros conocéis y él no. Porque vosotros les habéis puesto nombre a cosas que no sólo Rubianes usaba, sino incluso ya los actores shakespearianos y las tragedias griegas.

Lo mismo le ocurre a la impro. Recordemos que la commedia dell’arte era improvisada. Y estoy seguro que los actores se escuchaban, sumaban, evitaban negar, hacían brillar al compañero y practicaban con ejercicios que hoy en día seguimos usando.

De la misma forma, los señores de las cavernas de Atapuerca usaban pinturas para dibujar los bisontes en las paredes de la cueva, tal como hoy en día Banksy la usa para sus murales en Camden.

No es que todo haya sido ya inventado, es que nunca se ha inventado nada. Todo ha estado ahí siempre esperando que, como mucho, le pongamos un nombre.

  


miércoles, 1 de febrero de 2023

Responsabilizarse del sindicato

 

Responsabilizarse del sindicato

Artículo guerrillero de banderas, cócteles molotov y barricadas en los teatros.

Que nooo, es bromaaa. Aunque puede que me vaya por esos derroteros, ya sabéis que improviso los textos a partir del título.

Últimamente me asalta la siguiente duda.

Yo insisto, cada vez que empiezo un taller de impro regular nuevo, en que haremos una muestra de final de trimestre. Creo que es una forma excelente de ver qué nos ocurre cuando hay un público que nos observa, cómo los procesos creativos tienen en cuenta la audiencia, y cómo los nervios me afectan a la hora de improvisar. Es imprescindible pasar por ello.

Pero en ocasiones no puedo evitar pensar que quizá estoy lanzando a los escenarios un espectáculo de impro que, animado por la adrenalina de sus intérpretes novatos, arrancará actuaciones en salas de pequeño formato, fiestas o teatros. Qué sé yo.

No quiero quitarle mérito a los alumnos, insisto que salir a escena sin nada preparado exige ya de por sí un riesgo que no todo el mundo está dispuesto a asumir. Pero realmente la impro no sólo exige riesgo, exige una preocupación por lo que estoy contando, exige un análisis del contenido de nuestro show que nos haga contar algo más allá de ese “salimos sin guion”.

Por supuesto, una muestra de alumnos no deja de ser eso. Una muestra. No se cobra entrada, el público son familiares y amigos, y nadie te exige nada más allá de pasar un buen rato. Por eso me obsesiono con hacerles entender la importancia artística de lo que hacen. Porque si nos limitamos a crear compañías de improvisadores novatos y lanzarlos a los escenarios, no nos estamos responsabilizando del sindicato.

Es decir, estamos permitiendo que grupos de alumnos entren en competencia directa de compañías con años de trayectoria. ¿Y acaso no pueden? ¡Sí, claro que pueden! No sólo es decisión suya actuar o no actuar en un festival, habrá intermediarios con criterio para decidir si programar o no, espero. Pero sabemos que a menudo una buena venta supera un buen espectáculo. Y ni siquiera lo de “buen” es algo objetivo, lo sé. El caso es que desde la propia impro experimentada, ya sea como intérpretes, como profesores o incluso como público, debemos ser críticos. La impro merece que la veamos con lupa, que le busquemos defectos y que sepamos distinguir un show con pretensión artística de un grupo de aficionados que, con todo el derecho y con todas las ganas, se lanza al escenario sin guión.

Ser críticos es responsabilizarse del sindicato impro.