viernes, 15 de diciembre de 2023

Tolerancia a la infra-actuación

 

Tolerancia a la infra-actuación

 

Analizábamos no hace mucho, volviendo en metro de un ensayo junto con un compañero, las diferencias entre la interpretación de cámara y de teatro. De entrada, sabemos que en teatro se exige un uso completo y agrandado del cuerpo que “excite la voluntad de los actores” como decía Stanislavski, o Boleslavski, o alguno de sus discípulos. En cámara se prefiere la contención, para que sea la cámara la que se encargue de captar gran parte de lo que subyace en cada réplica. Como buen improvisador (de teatro), no estoy nada cómodo ante una cámara.

La reflexión era la siguiente:

Hoy en día hay un boom de producto audiovisual a raíz de la aparición de plataformas y pantallas por doquier. Todos llevamos un cine en el bolsillo, y en pocos segundos puedes estar familiarizándote con el trabajo de los actores en cualquier momento y lugar. Pero te familiarizas con el trabajo de los actores en cámara. Como sabemos, la aparición de un formato y su éxito, provocan la sobreexplotación del mismo, llevando al intrusismo laboral y la consiguiente bajada de calidad en favor del rendimiento económico que produce y permite una moda. Por eso, hoy en día existen tantos actores malos que funcionan en cámara, por eso se baja tanto el listón, y por eso cada vez más el trabajo teatral está quedando apartado del trabajo actoral más reconocido.

Craso error, pues primero hay que utilizar el cuerpo en toda su dimensión, antes de entender lo que pide de ti una pantalla. ¡No empecéis la casa por el maldito tejado, y pasad primero por el escenario antes que por la cámara!

Hemos conseguido que se tolere más la infra-actuación que la sobre-actuación en pantalla (¡sin que sobreactuar se tolere tampoco en teatro, ojo!). El peligro es que muchas veces a la infra-actuación se la conoce como contención, intensidad, sentimiento profundo… Cuando en realidad puede perfectamente ser falta de talento, prefabricación artística, acceso directo al éxito, búsqueda de recompensa ególatra.

Así que cuidado. Primero hay que pasarse, para luego rebajar. Probad de infra-actuar en impro, a ver qué.




viernes, 1 de diciembre de 2023

SVI o I Want to Believe

 

SVI o I Want to Believe

 

Navidad de 2020, post pandemia. Yo interpretaba a un Papá Noel con mascarilla que a los niños no parecía importar demasiado. Eran visitas personales, de manera que la credulidad, ilusión y fantasía de los menores de 6 años estaba por las nubes a unos niveles en los que deberías ser un actor auténticamente nefasto para no poder solventar la situación. Lo que se llama un bolo hecho.

Abro otro inicio: en el libro Cómo Orquestrar una Comedia, de John Vorhaus, habla de la suspensión voluntaria de la incredulidad. En el caso de los niños creo que seria SII, suspensión INVOLUNTARIA de la incredulidad. De alguna manera no son capaces de luchar contra las ganas de creer.

Y para muestra, la siguiente anécdota: Dos chavales, hermano y hermana, de visita a Papá Noel. La hermana era la mayor, con una edad ya para comprender mejor de qué iba todo el tinglado. El hermano, algo más joven pero aún así con edad ya encaminada a los últimos años de SII. Los padres les piden, al terminar, que se coloquen detrás de Papá Noel para hacer una foto. Se colocan. Con las prisas, yo llevaba la peluca mal puesta, de manera que sin fijarme, se me veía claramente el cabello detrás del pelo blanco sintético. Al terminar la foto, oigo detrás de mi que la hermana comenta:

-          ¿Lo ves? No es de verdad. Se le ve el pelo.

A lo que su hermano, con una actitud de absoluta ilusión, felicidad y éxtasis:

-          ¡Ya lo seeeeeee!

Quedé fascinado con el poder de la suspensión de credulidad. Para el niño era más sencillo dejarse dominar por su ensueño navideño que aceptar la realidad.

Y creo que a veces, cuando en la impro no cerramos del todo la trama, o un personaje queda olvidado, o no incluimos el título en la historia, el público tiene algo de ese niño. Suspenden involuntariamente su credulidad.