viernes, 15 de enero de 2021

La Norma del 20%

LA NORMA DEL 20%

Hay géneros que exigen un 20% de ti para ser buenos.

Cómo nos gusta a todos decir: ¡es que mi género favorito en está infravalorado! ¡Qué mal se trata a la comedia! ¿Por qué nadie le da oportunidades a la fantasía? ¡Mecachis!

Los géneros acotan propuestas, enmarcan la ficción en una serie de recursos con los que (y ahí voy) CONECTAS O NO.


El señor Blake Snyder (¡Salva al Gato! Editorial Alba) dice: cuantísimos novatos me han entregado un guión en las manos diciendo: “esto no es ningún género, es algo nuevo, es algo que jamás se ha visto.” Ya…

Queremos ser originales en nuestra creación y tratamos de alejarnos de todo lo que hemos visto porque el ingrediente que cala en nosotros cuando vemos un producto cultural es precisamente la novedad de ese producto. Su aproximación, la visión personal del artista. Pero no caemos en que hay que comprender a la perfección la base, la regla y casi el dogma de un género para LUEGO explorarlo personalmente y hacerlo nuevo. Despójate de novedades y artificios para encontrar qué hay detrás. Luego ya los descubrirás. Empezar diciendo “quiero hacer algo distinto” no es buena señal de un camino creativo fructífero.

Volviendo al tema, si crees que tu género favorito está en general denostado, quizá es porque precisamente hay géneros que exigen una inclinación personal para que ya sean un, pongamos, 20% buenos. Esa es la norma del 20%.

Alguien que ha vivido entregado a películas policíacas o dramas densos y sesudos de Goddard, quizá va a necesitar valorar en un 60% de aprobación un producto medieval fantástico que, de valorarlo tú en un 40%, ya le regalas un 20% sólo por tu conexión o inclinación con el género. ¡Y al revés! ¿Se entiende? Valoras mucho mejor un producto mucho peor, sólo porque el marco de ficción ya te tiene comprado.

Me doy cuenta que con la comedia eso ocurre de una forma más acusada, posiblemente debido a que éste género, como la violencia o el sexo, apela a reacciones primarias y por lo tanto muy personales. Quizá por eso hay tanto subgénero de terror o tantas categorías de porno. No es la misma persona alguien fanático de Marianico el Corto y sus baterías de chistes regionales, o alguien que aprecia la sutileza del Ministry of Silly Walks.

El arte no es un lavavajillas puntuable como: funciona o no. Tú completas siempre la obra. Formas parte del proceso creativo como consumidor cultural. 


viernes, 1 de enero de 2021

Sentimiento transformado vs cliché

 

Sentimiento transformado vs cliché

 

Nuevamente estamos ante uno de esos artículos reduccionistas que me gustan.

El señor Chejov en su libro Lecciones para el Actor Profesional, asegura que no es compatible el trabajo de descubrir las emociones en el texto, y el elegirlas. Esto es, sentimiento transformado o cliché.


Entendemos por sentimiento transformado esa sensación de descubrimiento a la que nos lleva la interpretación inspirada, ese devenir de reacciones que poco a poco desempolvan los sentimientos y los revisten de carácter escénico. De esta forma, el carro es tirado por los caballos de manera natural. Manda la situación, y luego aflora el sentimiento.

Entendemos por cliché esa selección construida de reacciones orgánicas que elegimos para representar un sentimiento. Ahí está el problema. Representamos, no interpretamos.

Bien, tesis expuesta. Vamos a la impro.

Una vez más, las posibilidades de la impro son las que son, y no digo que sean pocas o que limiten el flujo de emociones. Casi al contrario, el devenir es absoluto, sin raíles de texto o cambios de escena. Tal como decía Chejov, nos dimos cuenta un día que el actor que se convierte al 100% en el personaje, no es actor, es un histérico. Ni es sano, ni rema a favor del teatro. El actor tiene que ser capaz de mantener su consciencia activa para darse cuenta de lo que ocurre alrededor. De la misma forma, el improvisador debe darse cuenta de qué ocurre en la interpretación para permitir aflorar la red dramatúrgica y darle unidad a la historia que se cuenta.

Eso es una capa extra de complejidad a la hora de permitir el paso de los sentimientos, de manera que los clichés se vuelven una tentación. Ahí, escondidos en un cajón catalogado con una brillante etiqueta: “carita triste”, “doctor maligno”, “drama”. Qué fácil sería abrir el cajón y tirar de cliché…

Pero damas y caballeros, no hemos elegido el camino fácil. Somos caballeros andantes por los caminos de las artes escénicas, y elegimos para nosotros la senda más escarpada. Con lo cual concluyo: si veis un improvisador sintiendo en escena, sintiendo en mayúsculas, quitaos el sombrero, porque de su gran hazaña estáis viendo sólo la cima.