viernes, 1 de enero de 2021

Sentimiento transformado vs cliché

 

Sentimiento transformado vs cliché

 

Nuevamente estamos ante uno de esos artículos reduccionistas que me gustan.

El señor Chejov en su libro Lecciones para el Actor Profesional, asegura que no es compatible el trabajo de descubrir las emociones en el texto, y el elegirlas. Esto es, sentimiento transformado o cliché.


Entendemos por sentimiento transformado esa sensación de descubrimiento a la que nos lleva la interpretación inspirada, ese devenir de reacciones que poco a poco desempolvan los sentimientos y los revisten de carácter escénico. De esta forma, el carro es tirado por los caballos de manera natural. Manda la situación, y luego aflora el sentimiento.

Entendemos por cliché esa selección construida de reacciones orgánicas que elegimos para representar un sentimiento. Ahí está el problema. Representamos, no interpretamos.

Bien, tesis expuesta. Vamos a la impro.

Una vez más, las posibilidades de la impro son las que son, y no digo que sean pocas o que limiten el flujo de emociones. Casi al contrario, el devenir es absoluto, sin raíles de texto o cambios de escena. Tal como decía Chejov, nos dimos cuenta un día que el actor que se convierte al 100% en el personaje, no es actor, es un histérico. Ni es sano, ni rema a favor del teatro. El actor tiene que ser capaz de mantener su consciencia activa para darse cuenta de lo que ocurre alrededor. De la misma forma, el improvisador debe darse cuenta de qué ocurre en la interpretación para permitir aflorar la red dramatúrgica y darle unidad a la historia que se cuenta.

Eso es una capa extra de complejidad a la hora de permitir el paso de los sentimientos, de manera que los clichés se vuelven una tentación. Ahí, escondidos en un cajón catalogado con una brillante etiqueta: “carita triste”, “doctor maligno”, “drama”. Qué fácil sería abrir el cajón y tirar de cliché…

Pero damas y caballeros, no hemos elegido el camino fácil. Somos caballeros andantes por los caminos de las artes escénicas, y elegimos para nosotros la senda más escarpada. Con lo cual concluyo: si veis un improvisador sintiendo en escena, sintiendo en mayúsculas, quitaos el sombrero, porque de su gran hazaña estáis viendo sólo la cima.

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