viernes, 15 de abril de 2022

El Tirtiritero

Sostengo que: es imposible no ver al titiritero en la impro.

Si no lo veo, no sé si es impro. Ergo si sé que es impro, veo al titiritero.

Y nos pese o no, gran parte del mérito de la impro es ver al titiritero.

Movemos los hilos de la escena, enseñamos cómo se nos enredan y cómo ese enredo modifica el movimiento de nuestro puppet, nuestra impro. Estamos detrás, haciendo que las caras de esfuerzo o frustración formen parte de lo que enseñamos.

Si nos esforzamos en que no se vea el titiritero, ¿qué sucede?

Bueno, la maravilla de la impro no se ve necesariamente afectada. La historia fluye e incluso podemos arrancar un Oooohh al público cuando surjan buenos hallazgos. Pero estamos sacrificando algo: el ingrediente espontaneidad.

Le estamos pasando la pelota al público para que sean ellos quienes rellenen el hueco de la espontaneidad. No es algo necesariamente malo, pero entonces, como dice Omar Argentino (hacía tiempo que no lo mencionaba) estamos creando distancia con el público, no cercanía. ¿Y qué hay más cercano que la creación inmediata? ¿Qué hay más cercano que ver claramente cómo el titiritero está detrás del muñeco enseñándote cómo mueve los hilos?

¿Comprenderíamos el gran trabajo del titiritero si no nos dejara entender que el muñeco no es real?



viernes, 1 de abril de 2022

Luz y sonido

Es un verdadero crimen que a estas alturas no haya dedicado un solo artículo a la inclusión de técnica en los espectáculos. Trataré de no quemar todos los cartuchos porque realmente hay material de dónde sacar experiencias y análisis. Pero empezaré por lo primero que me viene a la cabeza en cuanto a intercambios de opiniones sucedidos en las compañías sobre el papel real que juegan luz y sonido en la impro.

De entrada, en mi carrera personal, el sonido gana por goleada.

La música no sólo mulle (¿está bien dicho? Me encanta cómo encaja por significado, espero que esté bien dicho) la escena, sino que la potencia, la catapulta, e incluso puede tener peso cómico por sí sola. Puede proponer saltos de espacio y de tiempo, puede marcar finales o inicios y puede transformar todo lo que se dice en la impro.

Por eso procuramos llevar nuestro técnico entrenado y preparado cuando vamos a actuaciones. Es sin duda un improvisador más, como el músico en un rincón de la boda tocando el contrabajo, cobrando por simplemente estar allí, sin necesidad de atención pero ofreciendo al inconsciente del público una capa extra de glamour y elegancia al evento. Si está correcto, nadie dice nada. Eso sí, si toca mal, todos lo comentaran.

Reconozco que a menudo envidio a los músicos y técnicos, que no tienen que esforzarse en captar la atención y en el peor de los casos, pueden limitarse a tocar de fondo y cobrar al final de show. En un espectáculo o te ganas el público borracho o fracasas.

La luz, por el contrario (aquí hay debate) nunca ha casado del todo en las impros. Cierto es que no hemos tenido muchas posibilidades de explorarla como quizá se merece, pero esto en sí ya significa algo. El sonido es imprescindible y ofrece posibilidades que derivan de la propia necesidad de montaje. La luz no siempre es imprescindible. ¿Para qué vas a montar 2 trípodes y tirar todo el cableado a una mesa de FX un domingo a las 16h en la plaza mayor?


Pero de todas formas, los ambientes que ofrece la luz son muy limitados si lo comparamos con la exigencia de montaje, y sus opciones visuales son muy limitadas a no ser que incluyas en el presupuesto de una actuación +5000€ de montaje de leds regulables, pantallas, pars, cañón, panel led, retroproyector, strobos, contras y calles.

Y aún con todo eso, necesitarías un técnico tremendamente hábil y entrenado en el carácter de compañía para que aportara algo medido y coherente al show.

Creo que la iluminación es como un buen speaker. Sí, da prestigio, pero su sueldo no sale a cuenta si puede presentar uno de los mismos improvisadores de la compañía. El sonido es un improvisador más.