martes, 15 de diciembre de 2020

La Eterna Lucha

 La eterna lucha

Última entrada de 2020! Reflexiones personales al canto:

Hará un año y medio (que por cierto coincidió con el inicio de este blog) me concedí un retiro artístico / espiritual / personal / reflexivo para… Bueno, para varias cosas.

Entre mis caóticos planes estaba escribir una obra teatral de gran formato con la intención de arrancar ensayos en 2019 y estrenar en 6 meses. Jajaja iluso. Ninguno de estos planes contemplaba la llegada del virus ni de las varias otras oportunidades que se abrieron paso en mi vida con la promesa de un sueldo, algo ampliamente cotizado si las artes escénicas son tu sustento.

En ese retiro me hice muchas preguntas. Muchísimas. Otra de las cosas que quería era esa, llamar a mis propias puertas y ver quién demonios estaba detrás. Porque sí, damas y caballeros, este artista proletario, como me gusta denominarme, tiene dudas. Constantes. A veces acalladas por la buena recepción del público, a veces ampliadas por… vete a saber. Un mal bolo, un fin de mes apurado, un esfuerzo de más en un proyecto que no nace del alma, otro fin de mes apurado, un horario demasiado ocupado, y otro fin de mes apurado.

A veces esta visión romántica del artista idealista es suficiente combustible, pero a veces llueve muchos días sin parar y no hay quien prenda la leña. Y después de 10 años de talar árboles como un castor uno espera poder calentarse. Qué bonito, coño. Y qué duro, carajo.

Volví con más preguntas que respuestas de ese retiro, pero con las mismas ganas de seguir en esta maratón infinita de dar oportunidades a la impro (tenía que citarla para que encajara esto en el Improboratorio) y de hacerse preguntas.

La mejor conclusión que traje de mi retiro fue: en la vida es importante hacerte preguntas para saber quién eres. Lo mismo en el arte.


La imagen es la vista que tenía desde el apartamento. Era en Junio. Sí, nevó en mi cumpleaños.

martes, 1 de diciembre de 2020

Virtuosismo técnico como método artístico

 

Virtuosismo técnico como método artístico

 

La frase “una técnica ornamentada sirve de poco cuando lo único que enseña es técnica ornamentada” me caló hondo no hace mucho. Ya le había oído decir a mi amado Ignatius una vez “Qué se le va a hacer, era hábil el hombre. Pero no era artista”.

Es interesante cómo confundimos la técnica con el arte, de la misma forma que confundimos cociente intelectual elevado con inteligencia. O inteligencia con sabiduría.

Pero si esto lo llevamos a la impro, que es lo que nos atañe, ¿qué parte queda en expresión artística, si la técnica se lleva tantos puntos de actuación en escena?

Pues por lo pronto, y que conste que me dejo llevar por el presente escribiendo esto, precisamente el PRESENTE de la impro. Es artista el librepensador, el que desarrolla lo que a mí me gusta llamar inteligencia suprarracional, o imaginación. El presente de la impro exige ir más allá de los propios límites de la experiencia personal e incluso humana, y buscar en los pequeños recovecos del frágil “ahora”. ¿Esto podría ser el arte? El exponerse a la inmediatez y aprender a escuchar y escucharse como camino artístico.

Teniendo en cuenta que el presente es elemento indispensable en creación (véase los time lapse de Picasso pintando sus obras) es como si el presente absoluto escénico como herramienta, se volviera la pintura del improvisador en el escenario.

Y de ahí, y volviendo al inicio para cerrar esto con un lacito, deducimos que por mucha técnica impro que desarrolles, de poco sirve si no enseñas el alma de tu presente en el escenario.

Hiperrealismo: