lunes, 15 de abril de 2024

Problemas que no lo son

 

Problemas que no lo son

 

He estado ahondando en el trabajo del gran Nacho Vigalondo, del que me declaro fan y seguidor. Y en una de sus entrevistas comentó algo que inevitablemente linkeo a la impro.

Nacho es jugador asiduo de rol de mesa y juegos de personajes, y según cuenta, ha realizado largas partidas con sus colegas que me da mucha envidia imaginar.

La reflexión que lanzaba era:

                                   En un juego de rol, invertimos todos nuestros esfuerzos mentales en crear y resolver un problema enorme que, en el mejor de los casos, simplemente desaparecerá.

En impro, debemos enfocarnos en crear problemas que solventar. Total, en el peor de los casos, va a terminar el show.



 

lunes, 1 de abril de 2024

La respuesta ya la tiene ChatGPT

 La respuesta ya la tiene ChatGPT

 


Vamos con las nerdadas de storyteller gafapasta.

He estado dando clases particulares de impro. Me han permitido una hora de enfoque absoluto y aprendizaje en otra línea muy distinta, adaptando las clases a dos jugadores, y siendo yo uno de ellos.

Nos hemos dedicado en numerosas ocasiones a desglosar momentos impro posteriores a la escena, donde por supuesto mandaba el cachondeo omnipresente en mi impro, que por mucho que me esfuerce en darle valor académico, acabo usándola para reírme (y pagar el alquiler). Pero ese es otro tema.

Una de las reflexiones que surgió un día después de una impro especialmente fina y bien atada, fue un momento mágico en el que, si hubiéramos puesto pausa, nos encontrábamos en una encrucijada preciosa. Varios personajes, cada uno con suficiente info previa como para agarrar el protagonista. Era un cóctel perfecto, como cuando mezclas con exactitud y van apareciendo uno a uno los sabores en tu boca.

Al finalizar esa primera escena teníamos unos cinco personajes, interpretados por dos improvisadores, capaces de asumir el peso de una historia en función de la escena siguiente (que una nota sea buena o no, depende de la siguiente nota). No obstante, la cantidad de información que se había lanzado de cada uno era muy distinta en cuanto tiempo de escena.

Había uno que tan sólo había aparecido un segundo buscando a su hijo. La escena siguiente podría haber sido un flashback en el que explicábamos cómo llegaron a ese parque de atracciones

Había otro que vendía productos en el parque y ofrecía algo raro. Podríamos haber visto la escena donde acude a su superior y le dice que el plan sale a la perfección, pues ha conseguido venderle un producto maldito. Ahora quiere algo a cambio.

Estaba el niño, que podría haber protagonizado un viaje del héroe clásico al tener que reencontrarse con su padre en el parque.

Vimos en un instante de flashback un amigo del niño que le hablaba de un lugar mágico en el parque de atracciones. Podríamos haber ido a su escena y ver cuál era su plan.

Y en ese flashback se habló de un malvado que regía el parque, que podría haber protagonizado una historia de redención explicando el por qué de su comportamiento.

PERO.

¿Y si realmente SÍ hubiera un personaje que fuera mejor que los demás para defender una historia? ¿Qué significa mejor, evidentemente? ¿Cuál ofrece más posibilidades? Pues le he propuesto algo a ChatGPT y atención, porque tiene una respuesta. Os copio el diálogo:

Si al empezar una escena improvisada vemos a un niño perdido, un villano haciendo experimentos, un espía que busca al niño, y una secretaria controlándolo todo desde su despacho, ¿cuál crees que sería más interesante de explorar en la siguiente escena improvisada si tuviéramos que elegir a un protagonista de la historia?

ChatGPT

Todos estos elementos ofrecen posibilidades interesantes para desarrollar una historia improvisada, pero si tuviera que elegir uno como protagonista para la siguiente escena, podría optar por el niño perdido. Esto se debe a que el punto de vista de un niño en una situación desconcertante y peligrosa podría generar empatía y mantener el interés de la audiencia mientras explora el mundo a su alrededor.

 

viernes, 15 de marzo de 2024

¿Pies o torsión?

 

 ¿Pies o torsión?

 

Esta será nuevamente una reflexión más que manida en este blog, pero no deja de asombrarme la multitud de aproximaciones que puede tener este proceso mental / improvisador.

Suelo encontrarme en clase con alumnos que, si hablamos de texto, necesitan la réplica anterior clara, meridiana, precisa y al dedillo. Si no reciben el pie exacto, descarrilan y pierden el hilo. Y luego me encuentro alumnos que se permiten distanciarse del texto (les prohíbo hacerlo del sentido) y cambian palabras, torsionan el texto, naturalizan expresiones y están presentes. Supongo que ya con esta pequeña explicación se intuye con cuales resueno más.

He hecho un esfuerzo por entender el mérito que hay en un trabajo preciso y rígido, sobretodo cuando son capaces de darle sentido, intención y presente a las palabras exactas del dramaturgo. Pero coño, a la hora de la verdad, son los actores los que “dirigen” la escena. El director no está en platea para detener y corregir. Y como actor, estás sometido a la verdad absoluta de lo que ocurre. Si hoy añades una palabra porque el momento presente te lleva, ¡hazlo!

O quizá es que pienso así porque aun no he dirigido nunca verso.



viernes, 1 de marzo de 2024

Teenagers

 

Teenagers

 

Un nuevo post sobre docencia, que hoy en día ocupa ya gran parte de mi horario semanal.

Sobre las clases con adolescentes.

Yo no soy docente. Estoy en proceso de serlo pero desde una formación artística. Me centro más en lo que podemos conseguir con la impro que en los alumnos en sí. Es algo que estoy aprendiendo día a día y me adapto, pero donde más lo percibo es con los alumnos de entre 11 y 18 años. ¿Por qué?

En esta edad, hace poco o nada que han dejado la escuela y el instituto, lugares donde las figuras de autoridad como los profesores se enfocan en ellos más que un profesor de universidad, que se enfoca en el contenido de la materia. Yo pongo el foco en la creación, y creo que me falta desarrollar una manera sólida de hacer que se sientan arropados.

No obstante.

Me los gano por la impro, no por mis habilidades docentes. He percibido a menudo sus ganas de salir a escena, arriesgar y expresarse a través de la impro, pero pocas veces he sentido un vínculo estrecho con alguno de ellos. Lo que me lleva a pensar que la impro tiene una gran capacidad para hacerte sentir útil y ganarte a ti mismo. No hay exactamente forma de hacerlo mal (aunque diga lo contrario Omar Argentino en Yes, But…) así que llega un punto en mis clases con adolescentes en el que ya me los he ganado. Pero no por mis habilidades docentes, sino por abrirles las puertas de la impro. Digamos que la impro es mejor profe que yo.

Suerte tengo de ella…



jueves, 15 de febrero de 2024

Aventura, posteridad, trabajo (II parte)

 

Aventura, posteridad, trabajo (II parte)

 

En uno de los episodios de la primera temporada del podcast Gambas Crocantes, que podéis por cierto escuchar AQUÍ, propongo a los improvisadores de Impro con Limón que repartan puntos según su visión actual de la impro. Tienen 10 puntos y hay que repartirlos entre

Aventura – intención de explorar y pasarlo bien en la impro

Posteridad – ambición de realizar un aporte y encontrar una nueva óptica

Trabajo – encontrar sustento y dedicarse a ello

Estos tres ítems los extraje de la entrevista a Orson Welles, y han sido un referente a la hora de formar profesionales de las artes escénicas porque permiten una profunda reflexión de tu momento actual y tu visión del mundo profesional.

Sim embargo, creo que a día de hoy ha cambiado ligeramente mi percepción del tema.

No creo que tengas que repartir 10 puntos para definir tu ubicación actual, creo más bien que uno lleva al otro en un proceso infinito que a cada actuación, ensayo y decisión artística varía enormemente.

Uno puede empezar como aventurero sin pretensión o comprensión profunda de lo que significa el trabajo, y de repente estar en una clase en la que sólo se te exige trabajo. Puede incluso empezar queriendo dejar huella y hacer un aporte a la posteridad pero sin intención de explorar (cosa imposible en realidad), o incluso puede verse envuelto en una actuación en la que no hay nada más que esfuerzo y trabajo duro. Los puntos que dedicas a los tres ítems están permanentemente modificados, incluso en cuestión de cinco minutos pueden variar.

No son diez puntos a repartir, sino un gráfico de frecuencias en constante movimiento.




jueves, 1 de febrero de 2024

Terror en el musical

 

Terror en el musical

 

Me he visto envuelto en actuaciones de tipo musical, en el que un numeroso elenco de bailarines, cantantes y actores hace gala de todas sus habilidades escénicas al servicio del espectáculo. Realmente ha sido un viaje de aceptación el verme rodeado de tanto talento y tener que analizar cuál era realmente el mío, ya que carezco de la coordinación y agilidad para hacer frente a coreografías, y de la técnica vocal para cantar el Cumpleaños Feliz.

Pero viví un momento nutrido de impro que quería relatar para que veáis cómo avanza este auto viaje del héroe.

El espectáculo en cuestión comenzó estrenándose en lengua catalana. Hicimos varias funciones a lo largo de un año en catalán, hasta que en programación en un nuevo espacio lo pidieron en castellano. Hubo que cambiar canciones, letras y chistes de texto. Nos adaptamos, y salió bien durante todas las funciones.

Pero posteriormente, volvieron a contratarlo en catalán. De tal manera que tuve que volver unos pasos atrás para recuperar el anterior texto. Y bajé la guardia porque sentí que no sería tan problemático reordenar idioma y adaptarme. Error.

A lo largo del espectáculo me fui encontrando con varios momentos en los que el tempo real de la obra iba más rápido que el tempo de mi cabeza adaptándose. Pude adaptarme a todos, pero en un tema musical en concreto llegó un momento en el que arrancaba yo una segunda estrofa. Y os prometo que, durante el baile previo, a 10 segundos de empezar, me olvidé 100% de qué decía la letra en catalán.

La coreo avanzaba, yo tenía que acercarme bailando al centro de escenario cara a cara con mi compañera. La miraba a los ojos y pensaba: estoy perdido. No recuerdo el texto. Bloqueo total.

Lo que pensé a continuación se prolongó unos 5 segundos reales, pero lo viví como si fuera media hora de ejercicios mentales.

Pensé: pon la atención al cuerpo, a la coreografía. Olvídate de la letra. Olvidar es reaprender. Confía que aparecerá a partir del cuerpo. Me acordé de mis primeros profesores de teatro, “entra por el cuerpo”. En el cuerpo están las respuestas. Otro paso. Respira, la respiración es el primer ingrediente para cuerpo relajado y activo. Olvídate del texto, no te preocupes. Seguía sintiendo absoluto pánico interior, pero rebuscaba armas en la caja de herramientas. Armas antiguas y olvidadas, pero engrasadas por la impro. Otro paso. Estaba ya muy cerca. Me abandoné. Pensé en la peor consecuencia de todas, y esta era que realmente no dijera el texto. Acepté mi ignorancia, y como dice Jung “aquellos que no encuentran a Dios es porque no están dispuestos a mirar hacia abajo”. Vaya clímax metafísico, pero viene a significar que si estás dispuesto a aceptar que lo que no sabes es mucho más que lo que sí, te sobreviene la calma al aceptar tu destino, si quieres llamarlo así. Un paso más. Llegó el momento. Y os perjuro que sin pensamiento ni decisión, el verso me salió sólo. Sin pensar, sin que yo pasara por un momento mental de recuerdo, repaso y prevención. El texto ya estaba allí, cubierto por una espesa capa de preocupaciones fruto del efecto “ahora o nunca”. Pero dando varios pasos atrás, el miedo queda lejos. Nunca desaparece, ojo, sólo queda más lejos y deja espacio a las palabras.



lunes, 15 de enero de 2024

Levantar actuaciones y superpoderes

 

Levantar actuaciones y superpoderes

 

Ha sucedido en el último año que un par de actuaciones han sido salvadas por mi compañero y yo en situaciones que realmente dejaban mucho que desear en cuanto a condiciones para los intérpretes. Pienso concretamente en una boda abarrotada con niños alborotados en Badalona, y otra en la que hubo que desplazar todo el montaje técnico a un sitio cubierto, por tormenta de última hora.

En ambos casos (y no son los únicos del año, pero fueron con el mismo compañero) nuestra actitud no fue la de vencer en un desafío, hacer frente a una batalla o hacer gala de una enorme habilidad para enganchar al público. De hecho, en estas situaciones suelo abatirme por dentro y en cualquier caso la batalla la llevo de manera interior. Pero de cara a público no denunciamos la situación ni explicamos que vamos a trabajar para ofrecer la mejor impro. Simplemente nos movemos y damos lo único que sabemos hacer. No tenemos un superpoder, vamos a trabajar.

No sé hasta qué punto está sonando humilde lo que estoy diciendo, pero realmente estoy tratando de que lo sea. Sobre todo por lo que contaré a continuación.

Nos hemos topado en ocasiones con compañeros del gremio acostumbrados a otra liga de actuaciones. Conciertos o salas de fiestas donde las condiciones que se piden deben ser cumplidas a rajatabla, o la alternativa es cancelar. Cuando coincidimos, insisten en sentirse asombrados por nuestra capacidad de solventar actuaciones donde sea, con las condiciones que sea, con micros de menos, en un rincón del salón, con la mitad del público huido bajo la tormenta, o con niños cruzando el escenario. Y en el fondo esas alabanzas, ¿lo son en realidad? Porque sé de buena mano que se han cancelado conciertos por no cumplir con unas condiciones que, a mi modo de ver, eran solventables.

Quizá cuando nos dicen: sois unos cracs, no sé cómo habéis sacado este bolo. Están inconscientemente diciendo: muertos de hambre, yo habría cancelado para respetar mi trabajo como artista.