lunes, 15 de julio de 2024

El Payaso Carablanca en impro

 

El Payaso Carablanca en impro

 

Tiendo un puente hasta el clown, disciplina a la que entro siempre de puntillas y apretando los hombros para no molestar, puesto que se ha dicho y hecho mucho y tengo un enorme respeto. Uno de los puntos en común con la impro es el humor (en caso de que el espectáculo resulte en comedia).

En clown, el payaso carablanca, entiéndase el payaso que sigue o instala la norma, que es consciente de la tontería y que mantiene el status alto de la pareja o trío cómico, es el puente de entrada al humor con consciencia de ello. Es decir, si el espectáculo sólo consistiera en groserías del augusto (su compañero de status bajo) de alguna forma se seguiría necesitando una figura autoritaria para instalar la norma del humor. Es como si la figura del payaso blanco fuera un lubricante de humor para el público. Cuando alguien toma consciencia de lo inadecuado de la situación, el público empatiza con las consecuencias de esa inadecuación o fracaso. Y entonces ríe.

En impro no tenemos por qué trabajar en parejas, pero de alguna forma mostramos constantemente ambas partes, carablanca y augusto, en nuestra constante interpretación. Mostramos al actor, sorprendiéndose por sus descubrimientos. Carablanca. Y el personaje es su propia pareja cómica al fracasar en sí mismo la norma instalada. Augusto. Por eso la espontaneidad me parece de lo más hilarante diga lo que se diga, porque veo ambas partes jugando, luchando, fracasando y al mismo tiempo contando historias con buen mecanismo.

Cuando solo veo augustos en impro, no me hace gracia. Veo un esfuerzo por buscar la risa sin defender una instalación de serenidad, lucidez, status alto del actor. Y cuando solo veo actores, veo virtuosismo y seriedad hierática que abandona una enorme parte interesante de la impro, que es el ser espontáneo. Creo firmemente que ambas deben convivir en escena y nutrirse una de otra.



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