miércoles, 15 de diciembre de 2021

Otra impro escrita

Hacia tiempo que no me lanzaba. Prometo no borrar nada a menos que sean faltas ortográficas. Vamos alla. Improviso hasta el título:

Octogenario con escamas, Blau.

Tarde de otoño, el saliente izquierdo esta medio derumbado. Una figura oscura se acerca. Lleva un bastón en una mano. Se agacha junto al saliente y extrae un cuarzo de su capa. No le vemos la cara. Lo acerca a un bulto en el suelo. De repente todo el saliente tiembla. El techo, lleno de estalactitas gigantes, tiembla y desprende peñascos que caen peligrosamente. Sin embargo, el hombre misterioso levanta su báculo y crea un círculo de poder que esquiva las piedras. Levita, y se aleja hacia una abertura en el techo de la gran sala abovedada por donde escapa.

Mientras tanto, en la gran fiesta. El señor Marqués Flascos se halla entusiasmado. Ha adquirido recientemente una gran colección de cubos del reino vecino. Los mejores cubos del reino, por fin en su poder. Su padre lo trató siempre con desprecio al ser el hermano menor. Pero sus siete hermanos mayores habían ido muriendo progresivamente hasta quedarse él solo para comandar el marquesado, y ahora se dedica a organizar fiestas constantemente, hacer gala de la fortuna heredada de su padre y sus hermanos. Aunque nadie le quiere. En mitad de la fiesta, llena de invitados de actitud frívola que asisten sólo por conveniencia o por interés, un temblor azota el suelo. Las guirnaldas de luz se balancean. La fuente de hielo en forma de dragón se cae al suelo.

- ¿Qué ha sido eso? – pregunta Lady Gorda Von Gorder. Una señora muy gorda.

- No os preocupéis – asegura el Maqués Flascos con su voz de ratón – serán los mineros extrayendo más cubos de la gruta. Vamos, que siga la…

Un nuevo estruendo. Esta vez serio. Aparecen grietas en el suelo y algunos de los invitados se caen. Sombreros con plumas vuelan y alguna capa con ribetes dorados se desparrama. Hay gritos. Un señor bajito con la camisa increíblemente apretada y marcando lorzas, con bigote estrecho y pelo engominado hacia atrás, se acerca al Marqués.

- Es el Octogenario, Marqués. ¡Es él!

- Callaos, Hubbb. Silencio. ¿Cómo va a ser el Octogenario? Esta dormido.

- Pero ya sabe lo que se comenta en la ciudad de Xisherkrantz. El Visitante ha sido avistado en las tabernas.

- Está bien Hubbb, vayamos a los establos. Cojamos un caballo y visitemos la maldita gruta. Aunque solo sea para confirmar que el Octogenario no….

Un nuevo estruendo. Se derrumba una de las torres del palacio del marqués.

- Diantres, la torre vestidor. Espero que pueda recuperar mi chaleco de lentejas.

- Querrá decir de lentejuelas.

- No.

Una vez en la gruta, Hubbb y el Marqués, a caballo, comprueban ojipláticos cómo todo el saliente izquierdo ha sido devastado. El Marqués ve algo brillar entre las rocas. Se acerca y toma entre sus manos un cuarzo cúbico. Hubbb se acerca, lo mira acongojado y luego levanta la vista.

- Marqués, ¡es Blau, el Octogenario!

Un dragón despliega las alas ante ellos. Junto a él, una figura encapuchada levita en el aire.

- Marqués, veo que os gustan los cubos, ¿no es cierto?

- Visitante, ¡has despertado a Blau! Miserable.

- Os lo dije, Marqués.

- ¡Cállate Hubbb!

¿Conseguirán el Marqués y Hubbb acabar con el Visitante? ¿Es siquiera eso lo que quieren? ¿Quién es el visitante? ¿Por qué ha despertado al dragón Blau? ¿Por qué es Octogenario? Esas y otras preguntas jamás serán respondidas. Pero os invitamos a hacerlo vosotros mismos.



miércoles, 1 de diciembre de 2021

No hay que darle al público lo que quiere

 Eso mismo.

No hay que darle lo que quiere.

Hay que darle lo que necesita.

A un niño de 6 años no le gustan las verduras. Prefiere chuches. Pero necesita verduras.

Ejempo: el último juego, Todos los Títulos.

Sacamos los títulos a medida que van saliendo y los metemos sí o sí en la impro.

¿Qué quiere el público? Que salga el suyo.

¿Qué hacemos? Sacarlos todos sí o sí.

¿Cuál es el resultado final? Impro decepcionantemente caótica.

Nótese que la reacción del público no se corresponde con las ganas que tenían de que saliera el suyo.

Se han comido un plato de chuches. Buenísimas. Pero ahora les duele la tripa.

En cambio: sacrificamos el 50% de los títulos, que no salen.

¿Qué piensa el público a corto plazo? Decepción…

Pero cuando facilitamos el transcurso de la impro con menos inputs y mejor jugados, el pensamiento del público a largo plazo es: qué buena impro. A pesar que no haya salido mi título.

Se han comido el plato de brócoli y ahora están culturalmente sanos.

No hay que darle lo que quiere, sino lo que necesita.



lunes, 15 de noviembre de 2021

La Llama School (3)

 Cerramos con este artículo la primera trilogía de La Llama School.

Volviendo a los alumnos de la Llama que aparecen en los directos, hay otro comentario que se repite con frecuencia, y no solo en estos streamings, también en el entorno general de aprendizaje de stand up.

El personaje.

¿Qué personaje eres en escena? Vamos a decir que el stand up es un género asequible. Ha estado de moda, ha marcado una generación, es barato, sencillo de entender y programar, y ofrece una vara de medir inmediata como es la risa del público. Se rien = es bueno.

Eso, a mi modo de ver, es falaz. Pero ese es otro tema…

Al ser una disciplina asequible, las primeras preguntas que surgen y que están relacionadas con el mundo de la escena, resuenan con fuerza entre los novatos. La pregunta es simple pero jodida: ¿quién soy?

No me malinterpretéis, es una buena pregunta para definir tu estilo y para empezar a recorrer camino artístico. Es necesaria. Temo, no obstante, que muchos de estos novatos se acojan a esta pregunta de una forma superficial, se ciñan a una premisa vulgar y frívola, en baja resolución, y no ahonden realmente en quiénes pueden ser, encontrando precipitadamente en un par de open mics unas respuestas que les satisfacen. ¿Cómo hacerles entender que este proceso no acaba jamás, que este proceso de conocerse va en paralelo a la puta vida entera? Igual no se trata de saber qué personaje eres, sino de ir descubriendo cuales puedes ser. Todos somos infinitas máscaras, no es nada sencillo.

Enlazándolo con impro, establezco un paralelismo sencillo y para qué engañarnos, poco reflexionado:

En impro, el personaje que tú eres es del que beben todos los personajes que propongas. De manera que quizá, por oposición a ellos, por escucha y por factor random explorador de la escena que implica la propia improvisación, casi de forma involuntaria te descubres a través de tus personajes.

En impro no hay que pensar en la pregunta ¿quién soy? La propia impro te obligará a explorarla.

No dejéis de visitar La Llama School. No me pagan eh, pero es un buen pozo de sabidurías.




lunes, 1 de noviembre de 2021

La Llama School (2)

 Seguimos con la trilogía de la Llama. Ya sabéis que mi alma destructiva se inclina más a las valoraciones chungas que a las positivas, pero aun así me cubriré el culo recomendándoos la escuela. Cada vez que empiezo un curso sé que algo voy a sacar, y así es. Me atrevo específicamente a recomendaros el de Tomás Fuentes.

Quiero hablaros hoy del de Patricia Espejo, cómica de stand up con muchos años de trayectoria, dedicada exclusivamente al oficio y con un buen lugar entre el panorama.

Patricia explica en La Llama que ella procura no consumir mucha comedia para no acogerse a demasiados referentes y alejarse un poco del resto de stand up.

Hmm…

Sinceramente, no sé decidirme por esta opción. Sobre el papel, parece matemáticamente funcional. Si no tienes referentes, sólo te puedes parecer a ti mismo en el escenario. Así se empiezan las disciplinas y se consolidan.

Pero de igual forma, los referentes sirven de puntos de anclaje desde donde conocerte a ti mismo y seguir explorando. Exigen algo de ti, y es que no trates de emularlos persiguiendo simplemente su mismo éxito o prestigio o habilidad. Pero no está mal dejar que algo de ellos forme parte de ti, y te descubras a partir de sus ingredientes.

Quizá la tortilla de patatas con cebolla no existió sin la tortilla de patatas normal, ¿me explico?

Una enseñanza más de la Llama School, que como dije su mejor lección es el trabajo personal de cada artista que aparece.



viernes, 15 de octubre de 2021

La Llama School (1)

 Hola, volvemos a improboratoriear y esta vez os traigo una trilogía de la Llama School, la escuela de vídeos online y encuentros en streaming con personalidades del mundo de la comedia en España. Hace unos 6 meses que estoy inscrito y he realizado aproximadamente la mitad de los cursos, quizá algunos más cuando estáis leyendo esto.

La verdad que en cuanto a contenido hay varios que son realmente interesantes, pero creo que empieza a funcionarte profesionalmente cuando has visto muchos y empiezas a hacerte una idea promedio de cómo trabajan los profesionales. La libertad, fidelidad de estilo, desapego en ocasiones, obsesión en otras…

Haré un artículo cuando esté al día de todos los cursos para una mayor accuracy, pero por ahora expondré opiniones de los que he visto. El primero de los cuales, dicho sea de paso, fue el de Impro con Judit Martín de Impro Barcelona, ¡grande!

En los encuentros streaming que se realizan, hay aprendices inscritos que pueden hacer preguntas a conocidos cómicos de stand up o guionistas como Tomás Fuentes o Martí Piñol. Concretamente lo que comento a continuación creo recordar haberlo visto en ambos.

Me fascinó un tipo de pregunta que se suele formular bastante entre los alumnos:

- ¿Cuánto tiene que durar…? ¿Cuántos chistes tiene que haber…? ¿Cuánto tiempo entre bloque y bloque…? ¿Cuántos minutos tardo en…?

Uau… Me sigue costando ponerme en el lugar de un principiante, ¡pero sobretodo si se tiene en cuenta la cantidad de contenido que hay de fácil acceso, y la cantidad de referencias con las que hacerte una idea propia!

No existe esta cuadrícula por la que preguntan, este abc de la comedia que cuenta en valores aritméticos la cantidad de chistes por minuto, de palabras por chiste o de letras por palabra. Compañeros, no existe. Cada artista encuentra su voz de una forma profundamente personal, y esa voz propia es la que acaba resonando entre el público. Con su experiencia particular, su recorrido individual y sus propios descubrimientos.

¿Cuántos minutos? Observa la cadencia de chistes de Jerry Seinfield y compárala con un discurso de George Carlin sin chiste de 4 minutos. ¡No hay normas! Hay expresiones personales.

No sé hasta qué punto es preocupante para toda una hornada de cómicos que se acojan a tanto consejo cuadriculado. Siento que es empezar la casa por el tejado. Estar en un escenario exige comprender las normas escénicas más básicas y luego transformarlas con tu propio mundo interior. De la misma forma que uno no es doctor porque sepa cómo usar un bisturí, pero sí lo es un poco más cuando lee a Epicuro. En la base más pura, la esencia teatral, están los secretos creativos. Y me temo que La Llama School aún se encuentre a años luz de la commedia dell’arte, por ejemplo.

Aún así, no me atrevo a dar consejos. Veremos en qué desemboca esta comedia instruida en La Llama, ¡esperemos que sorprenda!



viernes, 1 de octubre de 2021

La desbrozadora Shakespeare

 Cómo me gustan las metáforas de jardinería. Últimamente estoy muy a tope con la desbrozadora, esa máquina sencillísima que despeja un área llena de maleza y airea un jardín. Os recomiendo este canal de youtube para ver a pleno rendimiento una buena desbrozadora.

Cambio de tema.

Es una vergüenza que durante este curso pasado desconociera tanto a Shakespeare. Lo digo porque le he puesto remedio, sino no lo comentaría, obviamente. He adquirido varias de sus obras y he estado leyendo, releyendo, aprendiendo y analizando a este autor.

No sólo diré que es de lo más grande que he leído en teatro (seguramente lo MÁS, en realidad) sino que lo que he leído después de Shakespeare, ha sido mejor.

Shakespeare es la desbrozadora del teatro. Su equilibro entre artificio y simplificación es exactamente lo que la escena necesita. Los Todopoderosos tienen mucha razón en algo, nos hemos inventado mil historias sobre la misteriosa figura de Shakespeare porque es más fácil acogerse a una fantasía sin razón que comprender que toda esa genialidad pueda emerger de una sola mente.

Suelo ser bastante iconoclasta y buscarle el punto débil (a veces reconozco que irracionalmente) a grandes obras o ídolos. Pero William Shakespeare es sencillamente perfecto. Con sus errores y sus incoherencias de guión. Es increíble.

Puedes literalmente sentir cómo el teatro cambia en tu cabeza cuando entiendes sus obras. Y como dijo Alix Gentil de la compañía The Modestos de Barcelona, cuando más he aprendido sobre impro es cuando he realizado cursos que no eran sobre impro.

Yo espero que, siguiendo esa fórmula, vea cómo el jardín de mi impro se despeja con la desbrozadora Shakespeare.




miércoles, 15 de septiembre de 2021

Una Mala Experiencia

No, no es clickbait. Osea, sí. Pero es real.

Ha pasado ya el tiempo suficiente para poder hablar de esta experiencia vivida en una actuación de impro, puesto que creemos que el tema ha sido zanjado. Pero debo reconocer que el mal trago no nos lo evitó nadie. Trataré de resumir la situación sin un solo nombre, para luego analizar el resultado y motivos.

Actuación programada para las 18:30 en un pueblo de Catalunya, fiestas. Todo aparentemente muy correcto, bien preparado a nivel logístico, y personal de organización cercano y atento.

Antes de llegar al pueblo, nos pusimos al día sobre sus noticias.

Encontramos una información sobre el pueblo que a nivel cómico tenía material, era interesante. Daban nombres y apellidos de implicados en un caso judicial que por lo visto terminó sin problema hacía ya años, de modo que sin ahondar más, recogimos la info como buenos improvisadores para tener soportes creativos con los que personalizar la experiencia para las buenas gentes de ese pueblo. Siempre funciona.

Efectivamente, en las impros salieron los personajes de las noticias. Gente real, habitantes. Fue un bolo caluroso en pleno agosto y el sol de tarde en la cara, pero bien solventado a 2 improvisadores.

Al terminar el bolo, se acerca, para nuestra sorpresa, la familia del individuo de la noticia, sin demasiadas buenas formas. Tremendo altercado a la vista…

- ¿Cómo se os ocurre decir esas cosas sobre esta persona del pueblo? Es una buena persona y sólo os habéis mofado sin tenernos a nosotros en cuenta. Incluso habéis hecho llorar a su hijo pequeño.

En esta compañía llevaríamos 7 años cumplidos la semana siguiente al bolo, y jamás nos habíamos enfrentado a eso. Bajamos la vista y nos disculpamos mil veces, a ellos, a la organización y a algún mensaje posterior que nos llegó por redes. Fue duro. Nos sentimos fatal. Y por mucho que pensáramos en mil razones por las que justificar el tono de nuestras impros, el carácter de la compañía, el humor, la ironía y nuestra buena voluntad de hacerles pasar un buen rato por encima de todo, no podíamos argumentar nada. Ni una palabra. ¿Por qué?

Análisis:

La ofensa apela a los sentimientos humanos. Si los removemos, reaccionarán. Y lo único que puede calmar los sentimientos es la comprensión. Exponer, hablar, razonar, comunicarse y alcanzar puntos de entendimiento en que ambas partes puedan decir: te entiendo.

Pero ese día fatídico en el que usamos un personaje público en nuestras impros con la esperanza de que todos entendieran nuestra ironía, buen rollo y sátira ácida, no pudimos prever que una de las posibilidades era hacer llorar a un niño.

A un niño no se le puede hacer razonar explicando los mecanismos del humor. No puedes hacerle entender los porqués que hay detrás de sus compañeros del pueblo mofándose de él porque la compañía de impro ha ridiculizado a su padre. Un niño no tiene armas para razonar y enfrentarse a lo que siente. Y quien mejor comprende eso es su madre, que por cierto estaba presente en la bronca. Nos desarmó. No podíamos hacer otra cosa que disculparnos y tragarnos la diatriba teórica sobre comedia moderna, sátira y parodia.

¿Qué podemos aprender para próximas ocasiones, aparte de informarnos bien sobre el pueblo y empatizar con sus habitantes antes de un bolo?

Pues que la próxima vez que te ofendas por algo, procura tomarte un momento para reflexionar y entender la situación. Quizá te estés ofendiendo porque a tus 20, 30 o 50 añazos resulta que no tienes armas para comprender la situación y lloras como un crío ante algo que te hace sentir mal.

Razona antes de sollozar. Los niños no pueden, pero tú sí.



miércoles, 1 de septiembre de 2021

Resumen del año lectivo

 Voy a tratar de exponer el aprendizaje del año en que oficialmente he realizado más clases presenciales y, creo, he aprendido más de enseñanza. Lo reduciré a lecciones, aunque en el momento que escribo esto aún no sé cuántas serán, ni si será la forma óptima. Prometo no borrar estas palabras y volver a ellas en caso de que finalmente no funcione para informaros del nuevo modo de exposición de este año.

Lección 1: Estudia bien la forma de mantener el interés por tu materia.

Está bien que una escuela presencial divida por trimestres y muestras de trabajo, te da una dirección en la que trabajar. Pero trabaja cómo mantener el interés por el estudio, especialmente en grupos no profesionales. El aburrimiento brota de la voluntad de ser demasiado buen profesor. Sé sencillo, avanza lentamente, y guárdate lo mejor para el final de curso.

Lección 2: No subestimes a los jóvenes.

Sobretodo. Que sean chavales no significa que no puedan abordar textos con palabrería complicada, personajes profundos y escenas que sean un reto. Deja que la escena en sí exija, y ellos decidan/descubran hasta dónde llegan.

Lección 3: Nada de lo que te curres cae en un saco vacío.

Si trabajas, saben apreciarlo. Saben apreciar que la clase esté estudiada, saben apreciar que escribas algo personalizado, saben apreciar las horas que inviertes en adaptarles un texto. Tanto la escuela como los alumnos. Es así.

Lección 4: Repite juegos. Es necesario.

La innovación mola, pero vuelvo a Chejov. El público no aguanta una línea recta mucho rato. Innovar constantemente no deja de ser una línea recta. Dedica una clase a repetir todo, insistir, descubrir a través de recorrer nuevamente el camino.

Lección 5: Aunque a ti te parezca normal, ellos alucinan.

Tenlo muy en mente. Recuerda qué ejercicios se grabaron en tu memoria hace 12 años cuando estudiabas. Los que más se graban son los más absurdos, que tiempo más tarde se convierten en grandes lecciones. Las plataformas imaginativas funcionan, impulsan la creación. Insiste en esos juegos.

Lección 6: Ser agradable y correcto es más fácil de lo que parece.

No te preocupes por ser correcto en la clase. Sé tú mismo por encima de todo, no busques necesariamente el respeto o el prestigio sino la comodidad. Hacer impro tiene que ser divertido ante todo, y de la diversión debe nacer el interés. No tardes demasiado en explorar con quién conectas, a final de curso puede ser tarde.

Mira, al final ha funcionado el método. Soy consciente que este artículo es más checkpoint para mi yo de los cursos que vienen, pero ha sido interesante repasarlo.

El curso que viene, más.



domingo, 15 de agosto de 2021

Antihéroe, la luz a través de la sombra

 Una reflexión rapidilla:

Sobre el papel del héroe en las historias. El personaje que lucha y supera obstáculos para convertirse en una versión mejor de sí mismo.

A menudo los alumnos preguntan: ¿y el antihéroe? Con un deje en la voz de: ¿ahora qué? Te he pillado. Porque si es “anti” querrá decir que de repente todo lo contrario también funciona. ¿De qué sirven entonces tus amados arquetipos? ¡Ha! Desafiar la norma también funciona, toma ya.

Veamos. Subrayamos el anti como la apetencia que tenemos al propio desafío, ansiosos por desaprender antes de haber aprendido. Pero no olvidemos que aparte de “anti” sigue siendo “héroe”.

Si el arquetipo del héroe consiste en arrojar luz sobre los sucesos para que se abra paso la historia, el antihéroe consiste en arrojar luz y poner la mano en el rayo para mostrar la sombra. Efectivamente, vemos el antihéroe a través de la sombra de su personalidad, lo peor, lo más bajo, lo contrario a la luz del un héroe. Pero esa sombra no existe sin luz.

El antihéroe transforma su silueta y descubre cómo convertir su sombra a favor de la luz para que ésta ilumine el camino. Igual que un héroe.

El antihéroe funciona por superposición. No busques el antihéroe sin conocer bien al héroe.



domingo, 1 de agosto de 2021

¿Funciona o no la innovación?

 He leído recientemente el maestro Stephen King. La conclusión principal tiene que ver con el paralelismo del malabarista: el virtuosismo está en hacer que parezca fácil.

He visto malabaristas que lanzan hasta seis bolas al aire mientras se balancean en un cilindro sobre otro cilindro. ¡Y no parece que les cueste trabajo! Si parece fácil, es que está bien ejecutado. King escribe fácil. Es ágil, comprensible, directo y sencillo. Te atrapa de tal forma que no hay opción a desconectar. Es un genio.

El hacerlo fácil, paradójicamente, es un arte profundo. Hay que despojarse de mil artificios y llegar a la esencia. Eso es algo reservado sólo a aquellos que han caído por el otro lado de la balanza queriendo ir demasiado lejos, luego han simplificado, han vuelto a innovar, han vuelto a reducir… Y de ese balanceo, como dice Patricia Ryan Madson, nace la sabiduría para descartar todo aquello que no aporte a la obra.

¿Qué creo que sucede en impro? Que tenemos mucho y cada vez más donde comparar, agarrarnos y tomar como referencia. Hay muchísimo consumo cultural, casi de forma involuntaria nos llegan memes, podcasts, vídeos rápidos de tik tok… Pero obviamos que todo son referencias que brotan de recursos culturales muy antiguos. Todo es consecuencia de una versión anterior, creada en un mundo sin podcast, tik tok ni impro.

Ante todo eso, nos quedamos con lo que nos sorprende y lo tomamos como nuestro referente, porque para nuestra visión particular “ha sido diferente”, o dicho de otro modo, hemos conectado a un nivel individual. Así que cuando somos creadores, ¡también queremos que lo nuestro “sea diferente”!

La búsqueda de una creación “diferente” nos va a hacer tomar caminos artificiosos, complicados, impersonales. El descubrimiento de lo diferente pasa por, ante todo, conocerse a uno mismo y comprender qué tenemos de característico que el mundo aún se está perdiendo.

No se trata de buscar la diferencia, sino de descubrir la originalidad.

La pregunta que titula este artículo, entonces, es falaz. La pregunta no es si funciona la innovación. Evidentemente funciona. Pero innovar es una consecuencia, no el motor de nuestra creación.



jueves, 15 de julio de 2021

El Puppet Dinosaurio

 - Hola bones, disculpeu. ¿Us faria res utilizar als passis d’avui un puppet que tinc que és un dinosaure de látex?

- Sí, cap problema.



Resumen:

Año 2017. Un organizador de ferias nos pidió que utilizáramos un muñeco de látex del que él disponía durante los pases de calle de una feria medieval. Nuestros personajes medievales tiraban de impro interactiva con cercanía de público, así que la tarea simplemente consistiría en añadir un puppet de látex que iba colocado en el brazo del actor, de tal forma que él podía controlarlo y hacía el efecto de estar vivo, situado en su hombro. La teoría era: mi personaje será el de siempre, sólo que hoy ha traído a esta simpática mascota. Genial.

Pero compañeros, ¿qué sucedió? Lo que he llamado anteriormente en este blog, la cultura de la prefabricación.

Resultó que el muñeco era GENIAL. Látex hecho a mano, con un aspecto de bebé dinosaurio entre hiper-realista y adorable, con un movimiento extremadamente creíble, y evidentemente muy atractivo para el público más joven. El actor que lo llevaba se convirtió en un mero soporte, un trípode para el muñeco, un adorno mecánico con el único (y no poco, eh) cometido de darle vida. El muñeco tenía vida propia, identidad artística, personalidad escénica.

Bueno… ¿qué pasa aquí?

Los show de calle consistentes en sacar puppets y moverlos, sin más, son bastante abundantes. Hay, siento decirlo, una carencia de recorrido en storytelling en estos shows. Simplemente porque no es imprescindible. Ni organización ni público lo pide, y muchas compañías priman, muy sensatamente, sacar adelante el proyecto y no invertir dinero ni tiempo en ensayos ni guion. Invierten en creación plástica de corpóreos desplazables, y el show está hecho.

PERO

Añado reflexión final a modo de post it recordatorio: no olvidemos preguntarnos, como aprendí del maestro Gonzalo Rodolico, por qué y para qué estamos haciendo este show.

¿Qué queremos contar? ¿Cuál es nuestra identidad como artistas? ¿Por qué somos necesarios en el panorama? ¿Cuál es nuestra visión particular de la vida y cómo la ejecutamos en esta puesta en escena?

Suena pretencioso hacerse estas preguntas para un simple show de puppets, lo sé. Pero amigos, esto es arte. Es expresión. Estamos contando cosas aunque no queramos. La cultura prefabricada no nos pertenece a nosotros como artistas, sino al público. Y el público… sí, es inteligente, sabe lo que no quiere y lo que quiere. Pero si el artista se hace esas preguntas está creando herramientas nuevas para que, un día, el público pueda discernir mejor lo que le quiere de lo que no.

Estamos educando al público cuando actuamos, por eso es importante escucharnos a nosotros mismos y no limitarnos a sacar el puppet dinosaurio y decir: qué bien ha funcionado.

jueves, 1 de julio de 2021

La Falacia de la Sirena Frita – Patricia Ryan Madson

 Recientemente he leído Improv Wisdom, de Patricia Ryan Madson. Un libro cortito publicado alrededor de los 2000, es decir que en la jovencísima trayectoria de la impro, este libro tiene ya unos años.

Seguramente Patricia publicó de las primeras aproximaciones a la impro que establecían paralelismos entre su funcionamiento y el propio devenir de la vida. Cómo comunicamos, cómo nos adaptamos a los eventos que nos suceden, y cómo aplicar la filosofía impro a nuestras vidas. Muy interesante.

Voy a discrepar ligeramente y de muy buen rollo con lo que ella llama “La Sirena Frita”. Patricia explica que a menudo las sugerencias del público o incluso de los propios alumnos, tienden a ser locuras prefabricadas, seguramente debido a una comprensión superficial de lo que busca y ejecuta la impro en escena, que suelen ser locuras surrealistas al juntar las ideas a discreción. De alguna forma el público se acoge inconscientemente a esa dinámica, y cuando se les pide un título para arrancar al siguiente juego, sus propuestas pueden ser (no siempre, ojo) cosas como: ¡Sirena frita!

El ejemplo de sirena frita representa dos unidades de lenguaje alejadas entre sí, que completan un significado con humor directo. De alguna forma, sólo en el título ya hay gracia, de manera que en las cabezas del público, por osmosis, esa impro va a tener gracia. ¡Qué título más bueno! Piensan todos. A veces incluso nosotros mismos lo pensamos.

Patricia aconseja huir de esos títulos de humor prefabricado porque en títulos más sencillos como “patito de goma en bañera” o “máquina de escribir en despacho” ya hay una historia.


Y es correcto Patricia, pero añado algo. El humor prefabricado que entraña el título “sirena frita” es una plataforma creativa con exactamente el mismo número de posibilidades que “patito de goma”. El significado inicial puede ser o bien volátil o bien con los pies en la tierra, pero el público no sabe lo que quiere hasta que se lo das. Es nuestra responsabilidad estar abiertos a una capa de ingenio (que no vaya en detrimento de la historia de la impro ni sirva a nuestro ego etc, etc) y darle la vuelta al título que sea.

Puede que el título “sirena frita” tenga ya gracia en sí. Pero puede dar lugar a una impro de auténtica vergüenza ajena. Del mismo modo que el título “máquina de escribir en despacho” no tenga ninguna gracia, pero puede dar lugar a una historia inolvidable. Eso quiero decir.

Eso sí, no pongáis más “la vida es bella”.



martes, 15 de junio de 2021

¿Nos juega a favor el disparo a discreción?

 - Boom. Le he dado, Joe.

- Bien hecho, Stephen. Vamos a comernos una buena perdiz esta noche. ¡Chócala!

Que mal ¿verdad? Jamás diría “chócala” un cazador de Kentucky. En fin.

Ya nos gustaría poder disparar de esa forma en impro. Dar en el blanco y a seguir como si nada. Mañana comeremos ganso, pasado trucha, y al otro un elefante africano. Pero no, disparar desde el escenario hacia el público tiene unas consecuencias. Es como disparar a un rebaño numeroso, y puedes acertar a algunos miembros al tiempo otros se te escapan. Si alguno se libra, asustado, te puede atacar y comer la cara. Y no nos engañemos, aspirar a tener un arma lo bastante potente para acertar a todos, es utópico. Y poco deseable en lo que concierne al proceso creativo, pero de eso ya hablaremos.

Mucha gente es ofendida en redes sociales precisamente porque es gente que “pasaba por allí” y ha visto el comentario, la publicación, la opinión que no habían pedido. Podemos aceptar eso. Los perfiles en abierto de personajes con muchos seguidores, son influyentes. Y pueden elegir usar esa influencia para concienciar, o bien para seguir filtrando y segmentando sus seguidores arriesgando en sus publicaciones y su actividad online.

En fin, no es un debate sencillo si deberían o no usar ese poder para el bien. En la dictadura de los sentimientos cada individuo no alberga duda alguna: si me ofende, no debería publicarse. Pero la realidad es más complicada.

Hace un tiempo actuábamos en ferias medievales con nuestra compañía. Los personajes que interpretábamos bebían mucho de la impro, de las reacciones, corporalidad, ideas, recursos… Los espectáculos de calle en los que interactúas de tú a tú con el público son comparables a las redes sociales (hasta cierto punto). Puedes estar comunicando teatralmente para personas que NO QUIEREN escucharte. Con todo el derecho. Y eso es jodido.

¿Debería el público aceptar que está asistiendo en una feria medieval con una programación pública donde se anuncia el show, y por lo tanto comprender que se expone al funcionamiento de ese propio show en caso que unos guerreros medievales lo arrastren al centro de la plaza y lo conviertan en el foco de las miradas? ¿O deberían los actores escuchar, adaptarse a las normas no escritas de la comunicación teatral no consentida y evitar posibles reproches por interactuar con un público que, repito, no ha venido exclusivamente a verlos?

Si en las redes sociales podemos acogernos a la máxima de: si no va contigo, dale a unfollow y listo, en las ferias medievales la responsabilidad del actor (a mi modo de verlo) aumenta. Ya no por orgullo de artisteo, sino por practicidad. No te metas con quien pueda volvérsete en contra.



martes, 1 de junio de 2021

Cómo compatibilizar el control y la espontaneidad

Ojalá hubiera una respuesta escueta, pero la más escueta que hay hoy día es la práctica.

La buena noticia es que se puede. La mala es que se debe.

No olvidemos que es opinión eh. Pero sí, es la mía. Se debe compatibilizar en impro el control y la espontaneidad.

La siguiente mala noticia es que no hay porcentajes del uso de cada uno. Ni normas, ni método exacto.

Hay momentos en los que será necesario ser más progresista y fiel al instinto, será necesario escuchar tus ideas y penetrar en el mundo abstracto de nuestra imaginación para proponer algo rompedor. Una idea que estalle y cambie el rumbo de manera que impulse la impro hacia un nueva dirección que quizá nos sirva para encontrar un objetivo claro. Seguramente esa espontaneidad es la que más se recuerda, la que nos brinda mejores momentos que se nos graban en la memoria, y de hecho, la que mejor conecta con una forma que puede tener el público de entender la impro. El recurso random, la idea loca.

Y luego hay momentos en los que será necesario bajar al mundo de las normas y las reglas. Comprender que la red de imaginaciones se convierte en algo tangible cuando se permite seguir una cuadrícula de escucha, aceptación, instalación y prol que realmente y, quizá sin tanto fuego artificial para que el público pueda aplaudirlo, sostendrá nuestras ideas y las convertirá verdaderamente en un espectáculo. Sin control no hay un mérito real en lo que estamos haciendo. Sólo hay locura sin horizonte, por lo tanto caos, y por lo tanto a la larga aburrimiento. Que el público no aguante una línea recta mucho rato, como decía Chejov, en el fondo también significa que no aguanta el caos. Si cogemos distancia, mucho rato de caos sólo acaba siendo eso: mucho rato.

Es necesario abusar de ambas visiones para encontrar el punto medio. Si estáis empezando, aprended a detectar en qué punto estáis. Si conectáis más con el párrafo de la imaginación, es que pasáis la fase locura. Si conectáis más con el párrafo de las normas, es que pasáis la fase institucional.

La teoría final es: ¿realmente llega uno alguna vez a estar equilibrado entre ambas? Quizá necesitamos sí o sí de ese balanceo para no dejar nunca de aprender.



sábado, 15 de mayo de 2021

Violar el texto

 

Sostengo que en impro no puedes violar el texto como en la interpretación regular.

Entendemos “violar el texto” como instrumentalizarlo de tal forma que lo usas para mostrarte, y no para expresar lo que la historia o el personaje o la situación pide. La línea es muy fina.

- ¡Stellaaaaaa!

Marlon Brando estira el Stella manteniendo la intención de tal manera que justifica su pomposa interpretación. Compramos. O al menos la opinión cultural general ha comprado. Quizá un público no educado arrugaría la nariz.

Si un actor novel reprodujera ese “Stella” apretando los sentimientos y centrando las energías en ENSEÑAR sus capacidades o sentimientos, estaría violando el texto. Utilizándolo para fines propios. Forzándolo a brillar para sí. Echando pienso a las palomas de su ego.

En impro, no es tan fácil. En primer lugar, no hay texto. Hay momentos, decisiones, intenciones y reacciones. ¿Es instrumentalizable? Por supuesto, podemos caer en la tentación de enseñarnos a través del ingenio, la rapidez, el foco, las vocecitas que sabemos poner o nuestro dominio físico. Claro.

Pero el camino texto – sentido – instrumentalización está sujeto a algo que se acerca demasiado al azar. De manera que, como se decía en alguno de los artículos anteriores, cuando aflore un sentido profundo del texto en un diálogo improvisado, colega… Deja que el improvisador lo instrumentalice, porque estamos ante un momento único, genuino e improbable.



sábado, 1 de mayo de 2021

La paradoja de los Aristócratas

 Ubicación: chiste de los Aristócratas.

El clásico chiste que se contaba antiguamente (véase ‘00s o 90s) entre cómicos como ejemplo de límites del humor tras las cámaras. El chiste consiste en argumentar burradas extremadamente incorrectas y terminar siempre con el mismo remate. Podéis ver un ejemplo aquí.

https://www.youtube.com/watch?v=sO9DIa2re3I

Es un resumen de lo más vago, pero doy por hecho que conocéis el chiste de los Aristócratas. En primer lugar decir que me parece remarcable que exista un recurso como este, que no aparece para ser representado en los escenarios. Responde a una de las pocas formas de expresión que son realmente propias, auténticas y despojadas de agrado o voluntad de “gustar” al público. Dice mucho de toda una hornada de cómicos americanos que buscaban una verdad propia. No hay público para ese chiste, de manera que toda exploración responde a unas apetencias propias de cada artista. ¿Hasta dónde soy capaz de llegar diciendo disparates?

Prueba de ello son los comentarios que vais a ver en el vídeo anterior. El chiste lo cuenta un actor que participaba en una sitcom familiar, y muchos de los comentarios son del tipo: ¿Cómo puede ser que alguien que trabajaba con niños tuviera esos límites en su imaginación?

Bueno, eso sería otro tema que quizá de refilón se haya tratado en el Improboratorio, no ser responsables del contenido de nuestra imaginación. Pero quería hablar de otra cosa.

Habiendo pasado años y estando el público tan segmentado por cámaras de eco gracias a las redes sociales, creo que hoy en día el chiste de los aristócratas podría contarse en un escenario y no tendría la repercusión que en su momento hubiera tenido en un club de stand up comedy de Brooklyn.

Expongo.

El humor es más negro cuanto más establece el límite que pisa (o cruza). Es como un francotirador acechando y buscando la diana que más pueda doler. Hoy en día hay cientos, miles de dianas a ofender. Ideologías, colectivos, personajes públicos, noticias… Atacarlos con humor es una opción expresiva que cada artista elige o no.

El chiste de los aristócratas no es un francotirador, su propia estructura es una granada de mano, una carga de dinamita, una bomba del Zar. Bien ejecutado y conservando su espíritu de destrucción, oscuridad y ofensa, puede estallar de tal forma que cientos de dianas queden reducidas a astillas.

Cuando el humor negro es hiperbólico, el horizonte de la ofensa queda atrás. Es más sencillo huir hacia adelante y frotarte los ojos de estupor, que declararte “ofendido” por algo que no ha dejado más que un rastro de cadáveres, cenizas y destrucción por el camino.



jueves, 15 de abril de 2021

Bernard Hiller, Deja de Actuar Empieza a Vivir

 Aquí se viene una reseña. Y no buena precisamente.

Me sabe mal, ante todo, que me decida a hacer la primera reseña (si no recuerdo mal) de este blog para un libro que verdaderamente no merece la publicidad, por otra parte ridículamente ínfima a menos que por lo que sea lo pete este blog en un futuro no muy lejano, que le doy con este artículo.

El señor Bernard Hiller es coaching de actores de Hollywood. Ha trabajado con varias personalidades, aunque no muchas, hay que decirlo… Pero en fin, ha conseguido codearse con el show business de alto standing y tiene una carrera bastante dilatada en el tiempo.

En un arranque consumista, adquirí su libro por ubicarse entre los más vendidos de artes escénicas en Amazon. “Deja de actuar, empieza a vivir”. Dado que la premisa inicial de este artículo quizá os da una idea de la dirección en la que irá una obra con ese título, permitidme que me explique poniéndome en el lugar de alguien que, sin conocer nada sobre el autor y el libro, ve ese título y saca conclusiones.

No actúes, vive. Bueno, no es un mal planteamiento. Suelo repetir en clase que “querer ser” no es lo mismo que “ser” simplemente, con respecto a la interpretación. Es una teoría sencilla de entender pero difícil de aplicar, y el título del libro del señor Hill parece ir en esa dirección. Es interesante. Ese era mi pensamiento a la hora de abonar los 14 o 15€ que me costó por Amazon el libro. Encima por Amazon, si al menos hubiera ido a una librería y el distribuidor hubiera podido sacar algo… Pero ni eso.

El Señor Hill es un vende humos de cuidado. Un patético animador social incapaz de escribir una sola línea sobre técnica o conocimiento con los pies en la tierra. Se regocija dando tumbos sobre la filosofía del éxito, éxito y más éxito. Sólo contempla los objetivos y sueños egoístas de estar en lo más alto, ser seleccionado, vencer a toda costa, subir al podio. Habla sobre felicidad artificial y sueños ridículos, sobre tener actitud de éxito sin soltar ni una sola vez un “cómo hacerlo”. Es abstracto, vago, demagogo e incluso diría, peligroso si quieres iniciarte en este mundo. Su tema ni siquiera llega a ser psicología, y de serlo, jamás he leído una más barata. Menciona máximo un par de veces a maestros tipo Strasberg o Stanislavski, pero desde luego sí se molesta en mencionar varias veces su lista de: los mejores consejos Hiller sobre cómo triunfar. Sé tú mismo, sonríe, o el hit: “¿te darían un óscar por la actitud con la que vives la vida? Si no es así, ¡cámbiala!”

Es terrible como profesor tener que ver inmiscuido en tu ámbito a personajes de la talla de este energúmeno. Increíble ver cómo actores reconocidos de Hollywood le reconocen el mérito y alaban su supuesto método, del que no puedes ni siquiera intuir un ápice en su libro. No sea que pierda clientes… Y será terrible el día que llegue un alumno a una clase, y tus lecciones como profesor que abordan miedos, que promulgan el esfuerzo, el trabajo y una carrera apoyada en técnicas a veces lentas y duras de aprender pero desde luego necesarias, tengan que competir contra palabras bonitas y vacías como las del vacuo señor Hiller. ¿Cómo va a competir un dulce y chorreante pastel de chocolate contra un plato de brócoli?

Pues podéis conseguir vuestro dulce pastelito por unos 15€ en Amazon. Yo aquí seguiré masticando el brócoli.



jueves, 1 de abril de 2021

Los peligros de perseguir tu sueño

Bueno, un clásico. No iba a ser yo menos en dar mi aporte a esta original declaración, muy en boca de todo el mundo especialmente cuando uno empieza en tomando la arriesgada decisión de entrar en el show business.

Tener sueños está bien. Es imprescindible, de hecho. Sin sueños no llegamos a sitios interesantes.

El tema está en la palabra perseguir. Y ahí entra la impro a darnos una importante lección.

Perseguir significa abrir los ojos, seguir las distintas propuestas de la vida, escuchar, reaccionar y responder con sensatez a los obstáculos, saber discernir qué errores se pueden solventar, cuales pasan a formar parte de ti, y cuales pasan a formar parte de la historia que contamos. Perseguir tus sueños es estar dispuesto a cambiar de personaje, a cambiar de escena y a sí, vale, defender un objetivo, pero no descartar que en cualquier momento pasemos a un volumen II y el objetivo sea otro.

Cuantísimos abandonos de improvisadores de la vida que no han sabido escuchar nuevos inputs y transformar sus historias solo porque “perseguir tu sueño” suena a construir unos raíles invariables, rígidos e inflexibles por donde vas a circular pase lo que pase. “¡Que nadie te diga que no puedes conseguirlo!” “¡Sigue adelante, que nada te pare!” y demás virus conceptuales de la era del éxito.

Pues damas y caballeros, a veces lo que pasa es que el terreno se hunde, y hay que saber recalcular y explorar para quizá no perseguir ese primer sueño, sino quizá otro más interesante que aguardaba detrás.



lunes, 15 de marzo de 2021

La instrumentalización de la comedia

Sinceramente esta expresión la oí del gran Ignatius, creo recordar, para referirse a otra cosa. Pero me la he apropiado y os cuento un poco qué entiendo yo de ella.

Instrumentalizar en cuanto a asumir que lo que estoy haciendo en el escenario es comedia, y por lo tanto enseñarlo. A mi entender, una aproximación que no estoy seguro de cómo catalogar en impro. No es algo que nos juegue necesariamente en contra, a nivel teórico. Pero es algo que hasta ahora no he visto que se juegue en shows conocidos, y hasta el momento, evitarlo funciona.

Tengo en mente un caso concreto de una alumna a la que no sabía cómo abordar su impro. Había una capa de comprensión que no lograba descifrar. Tenía buenos recursos, comprendía bien las normas y sabía cuándo desafiarlas, seguía bien las historias. Pero había algo más que no conseguía explicarle, y siendo sinceros aún no estoy del todo seguro. Y yendo más lejos ¡espero no estarlo nunca! Eso demostraría que la impro conecta con algo insondable que escapa al control. Pero a saber.

Ella quería explicar en escena, con cada gesto, palabra, cada propuesta, que lo que estaba haciendo era comedia. No dejaba margen para el público creador. Ahí está el asunto. El público debe completar el significado cuando hacemos comedia para que el significado cómico aparezca en su cabeza. Si no, pasamos de cómicos a graciosillos

Comedia es lanzar la pelota, y el público la recogerá. Instrumentalizarla es bajar del escenario a darle la pelota en las manos al público. Es paternalista y poco personal. Hay algo de miedo al rechazo, quizá.

¿Cómo tratarlo? Bueno, si partimos de este punto de vista tan alejado en el que nos hemos quedado, un primer paso sería comprender profundamente que el rechazo será algo a lo que vamos a enfrentarnos sí o sí en nuestras carreras. Abraza el rechazo porque es imposible gustar a todos.

En segundo y todos los demás lugares, ¡consume comedia! Retrocede a Monty Python por ejemplo y fíjate cómo no hay un ápice de chiste en sus propuestas. Seriedad, elegancia y clase absoluta. El chiste no está en la pantalla sino en nuestras cabezas. Si subrayamos la comedia para públicos tontitos, los tontitos seremos nosotros.



lunes, 1 de marzo de 2021

La técnica gusano del stand up

La técnica gusano del stand up

 

Gusanos, lo más bajo del mundo animal. Húmedos, viscosos, sin cerebro propiamente…


Empiezo fuerte, pero no va por ahí.

He procurado ver mucha comedia stand up y one man show. Me parece una forma expresiva más, y quizá si algo podemos decir es que ha sido denostada por un boom que engrosó el filtro (especialmente en este país) allá por los ’00 y que colocó en un sitio privilegiado a más de uno que quizá no merecía ni el banquillo. Está claro. No digo nombres porque ni siquiera los tengo del todo en mente, pero lo siento así echando un ojo al panorama general. Pero vamos, eso ha ocurrido en muchos ámbitos: artes, iniciativas, y en definitiva, modas.

Sólo por hacer check, también he visto grandiosos cómicos de stand up como Louis CK, George Carlin, Richard Pryor o Berto Romero en ámbito nacional.

Hagamos zoom a sus recursos escénicos. Seguro que tenéis en mente a alguno que en un momento dado, a medio show o a veces incluso al principio, interactúa con el público tratando de encontrar material donde picar piedra y darle una vuelta cómica a la vida, anécdotas o situación de alguno de los asistentes. Quiero hablar de un recurso muy específico del que jamás he oído hablar. El momento: “Ostia…”.

Ejemplo:

CÓMICO: ¿Cómo te llamas?

PÚBLICO: Edu.

CÓMICO: ¿Con quién has venido?

PÚBLICO: Con mi novia.

CÓMICO: ¿Cómo os conocisteis?

PÚBLICO: Bueno… Es una larga historia.

CÓMICO: Ostia…

Ahí está. Es difícil explicarlo en palabras porque depende de decenas de micro reacciones que un buen cómico de stand up debería dominar, pero resumo ese “ostia” como: Madre mía, he ido a hablar con una persona peculiar que va a ponerme este show difícil, menuda gente me viene a ver, vaya personaje. Ahora bajo la mirada negando con la cabeza y sonriendo derrotadamente sin alejarme el micro de la boca.

Ese sería el subtexto e interpretación del “ostia”.

Pero amigos, oíd atentamente. Eso… no tiene nada de verdad. Está hueco. Es falso. Prefabricado. Es un arma que trata de TONTO el público e instrumentaliza la comedia. Es pura mierda escénica. Pienso barato. No significa nada, no nace de ninguna reacción real.

En vez de responder: “Vale, cuéntame resumidamente esa larga historia y de ahí sacaré algo con mi destreza escénica y mi capacidad de storytelling inmediata y entrenada ya que estáis pagando 20€ por asistir a mi show”, el cómico superficial suele optar por ese “ostia”, una reacción vacía que pastorea al público y le obliga a reírse de algo que simplemente no ha sucedido. Es plástico total. Es rastrero, carente de ingenio, estúpido, viscoso y falto de cerebro. Es una técnica gusano.

No tratéis al público de tonto. Que se rían no significa que sea un buen show. Harto ya de ver estas técnicas vacías que han establecido el dogma del espectáculo fácil que llena teatros, aprovechando la caída libre de la mentalidad “vamos a reírnos echen lo que nos echen porque para eso hemos pagado”, el efecto buffet libre basura del sector cultural, la falta absoluta de personalidad, evolución, reflexión y lenguaje teatral.

lunes, 15 de febrero de 2021

Los Nudos

Los Nudos

 

Ahí va una rápida metáfora vida – impro.

La impro es resolución de problemas. Es descubrir qué y dónde está fallando y tratar de descubrir opciones creativas para resolver ese entuerto. O ese nudo. Venga, llamémosle nudo.

Cada improvisador suelta en la impro su madeja de hilos. Sus propuestas, sus ideas, sus reacciones... Hay que saber soltar ese hilo pero con cabeza. Si lanzo la madeja y lo desperdicio todo, el público aplaudirá ese despliegue, pero ahora hay que recogerlo. Y cuando te agachas, descubres que está atado a dos hilos más, de los que salen cuatro nudos de los cuales salen mil hilos más unidos a cientos de nudos complicadísimos. Algunos gordos, otros pequeños pero del tipo “¿Cómo es posible esto haya llegado a anudarse de esta forma?”. Ya está organizado el caos. Qué pereza de impro.

¿Y si no suelto la madeja? Pues sin hilos no habría nudos, está claro, pero tampoco habría impro. Pero no vivamos en el pasado, ahora necesitamos deshacer esos nudos. Unos son más urgentes, otros nos llevarán un buen rato, y otros, malas noticias, no se desharán jamás. Tendremos que aprender a convivir con algunos de esos nudos en la impro y tratar de que molesten lo mínimo posible, o incluso de que pase a formar parte del encanto de este despliegue de madejas en la impro.


Si quiero deshacer los nudos de la impro, necesitaré ayuda. Tengo que poder ver mis compañeros a través de esa red de nudos. Si son demasiados, no conseguiré ni siquiera verles la cara, mucho menos ayudarles. Pero cuantos menos nudos, más clara será mi visión de la impro.

Bueno, ahora relee el artículo cambiando “impro” por “vida”.

lunes, 1 de febrero de 2021

Este trabajo es duro en cuanto creemos que no lo es

 ESTE TRABAJO ES DURO EN CUANTO CREEMOS QUE NO LO ES

Voy a señalar, llegados a este punto en el blog, que tengo titulares variados escritos en una app en el móvil que datan de hace meses. Quizá un esperanzado escritor de artículos creía que meses más tarde, en verano, seguiría acordándome de lo que significa ese título. O quizá es que ya en su momento me conformaba con darme a mí mismo esa pequeña mecha, encenderla, y dejar explotar las reflexiones. Me gustan ambas opciones. En este caso es la segunda, así que le doy al mechero:

He visto ya unos cuando alumnos en escuelas de interpretación. Aún no quiero decir MUCHOS porque espero que me espere una longeva carrera en la enseñanza y llegue el día en que pueda decir: ahora sí, han sido muchos. De momento he visto varios como para realizar humildes varemos y estadísticas, que me gustan como a un tonto un lápiz.

Este gráfico no podría ser en más baja resolución. A nivel de imagen digital y conceptual. Pero me sirve de plataforma.

Cuando empezamos en la impro somos novatos que, de una forma u otra nos hemos arriesgado a este lanzamiento al vacío del escenario. ¡Bien!

Es inevitable pensar que hay una cierta facilidad. Véase la metáfora de los malabares. El malabarista experto hace que parezca fácil, y eso es lo que el público ve, al mismo tiempo que es difícil. Hasta aquí todo ok, he decidido hacer impro.

Si no pienso que es fácil, el nivel de facilidad se encuentra en un punto intermedio. Hay demasiado por descubrir hacia arriba y hacia abajo. PERO a poco que mi ego me devore (por exposición a público, por inclinación personal o por alabanza cortoplacista) enseguida pienso: coño, esto es fácil. Sube la línea.

Pero ojo, todo lo que sube baja. Me voy convenciendo de que la impro es sencilla y, sorpresa, la parábola va descendiendo progresivamente porque me doy cuenta que exige más de lo que pensaba de mí, porque descubro que hay muchas más referencias de las que creía, o porque sencillamente la realidad me estampa una tarta en la cara, y en esa tarta pone “sí, es difícil. Cúrratelo.”

Metáfora conjetural: Quizá al final de esa línea descendiente hay un caldero mágico, pero antes hay un bosque denso de árboles que dan fracaso, arroyos de críticas y abismos de decepción. Hay que cruzar ese bosque.

SPOILER: No, no existe el caldero mágico. A los improvisadores nos gusta vivir en ese bosque.

viernes, 15 de enero de 2021

La Norma del 20%

LA NORMA DEL 20%

Hay géneros que exigen un 20% de ti para ser buenos.

Cómo nos gusta a todos decir: ¡es que mi género favorito en está infravalorado! ¡Qué mal se trata a la comedia! ¿Por qué nadie le da oportunidades a la fantasía? ¡Mecachis!

Los géneros acotan propuestas, enmarcan la ficción en una serie de recursos con los que (y ahí voy) CONECTAS O NO.


El señor Blake Snyder (¡Salva al Gato! Editorial Alba) dice: cuantísimos novatos me han entregado un guión en las manos diciendo: “esto no es ningún género, es algo nuevo, es algo que jamás se ha visto.” Ya…

Queremos ser originales en nuestra creación y tratamos de alejarnos de todo lo que hemos visto porque el ingrediente que cala en nosotros cuando vemos un producto cultural es precisamente la novedad de ese producto. Su aproximación, la visión personal del artista. Pero no caemos en que hay que comprender a la perfección la base, la regla y casi el dogma de un género para LUEGO explorarlo personalmente y hacerlo nuevo. Despójate de novedades y artificios para encontrar qué hay detrás. Luego ya los descubrirás. Empezar diciendo “quiero hacer algo distinto” no es buena señal de un camino creativo fructífero.

Volviendo al tema, si crees que tu género favorito está en general denostado, quizá es porque precisamente hay géneros que exigen una inclinación personal para que ya sean un, pongamos, 20% buenos. Esa es la norma del 20%.

Alguien que ha vivido entregado a películas policíacas o dramas densos y sesudos de Goddard, quizá va a necesitar valorar en un 60% de aprobación un producto medieval fantástico que, de valorarlo tú en un 40%, ya le regalas un 20% sólo por tu conexión o inclinación con el género. ¡Y al revés! ¿Se entiende? Valoras mucho mejor un producto mucho peor, sólo porque el marco de ficción ya te tiene comprado.

Me doy cuenta que con la comedia eso ocurre de una forma más acusada, posiblemente debido a que éste género, como la violencia o el sexo, apela a reacciones primarias y por lo tanto muy personales. Quizá por eso hay tanto subgénero de terror o tantas categorías de porno. No es la misma persona alguien fanático de Marianico el Corto y sus baterías de chistes regionales, o alguien que aprecia la sutileza del Ministry of Silly Walks.

El arte no es un lavavajillas puntuable como: funciona o no. Tú completas siempre la obra. Formas parte del proceso creativo como consumidor cultural. 


viernes, 1 de enero de 2021

Sentimiento transformado vs cliché

 

Sentimiento transformado vs cliché

 

Nuevamente estamos ante uno de esos artículos reduccionistas que me gustan.

El señor Chejov en su libro Lecciones para el Actor Profesional, asegura que no es compatible el trabajo de descubrir las emociones en el texto, y el elegirlas. Esto es, sentimiento transformado o cliché.


Entendemos por sentimiento transformado esa sensación de descubrimiento a la que nos lleva la interpretación inspirada, ese devenir de reacciones que poco a poco desempolvan los sentimientos y los revisten de carácter escénico. De esta forma, el carro es tirado por los caballos de manera natural. Manda la situación, y luego aflora el sentimiento.

Entendemos por cliché esa selección construida de reacciones orgánicas que elegimos para representar un sentimiento. Ahí está el problema. Representamos, no interpretamos.

Bien, tesis expuesta. Vamos a la impro.

Una vez más, las posibilidades de la impro son las que son, y no digo que sean pocas o que limiten el flujo de emociones. Casi al contrario, el devenir es absoluto, sin raíles de texto o cambios de escena. Tal como decía Chejov, nos dimos cuenta un día que el actor que se convierte al 100% en el personaje, no es actor, es un histérico. Ni es sano, ni rema a favor del teatro. El actor tiene que ser capaz de mantener su consciencia activa para darse cuenta de lo que ocurre alrededor. De la misma forma, el improvisador debe darse cuenta de qué ocurre en la interpretación para permitir aflorar la red dramatúrgica y darle unidad a la historia que se cuenta.

Eso es una capa extra de complejidad a la hora de permitir el paso de los sentimientos, de manera que los clichés se vuelven una tentación. Ahí, escondidos en un cajón catalogado con una brillante etiqueta: “carita triste”, “doctor maligno”, “drama”. Qué fácil sería abrir el cajón y tirar de cliché…

Pero damas y caballeros, no hemos elegido el camino fácil. Somos caballeros andantes por los caminos de las artes escénicas, y elegimos para nosotros la senda más escarpada. Con lo cual concluyo: si veis un improvisador sintiendo en escena, sintiendo en mayúsculas, quitaos el sombrero, porque de su gran hazaña estáis viendo sólo la cima.