Cómo me gustan las metáforas de jardinería. Últimamente estoy muy a tope con la desbrozadora, esa máquina sencillísima que despeja un área llena de maleza y airea un jardín. Os recomiendo este canal de youtube para ver a pleno rendimiento una buena desbrozadora.
Cambio de tema.
Es una vergüenza que durante este
curso pasado desconociera tanto a Shakespeare. Lo digo porque le he puesto
remedio, sino no lo comentaría, obviamente. He adquirido varias de sus obras y
he estado leyendo, releyendo, aprendiendo y analizando a este autor.
No sólo diré que es de lo más
grande que he leído en teatro (seguramente lo MÁS, en realidad) sino que lo que
he leído después de Shakespeare, ha sido mejor.
Shakespeare es la desbrozadora
del teatro. Su equilibro entre artificio y simplificación es exactamente lo que
la escena necesita. Los Todopoderosos tienen mucha razón en algo, nos hemos
inventado mil historias sobre la misteriosa figura de Shakespeare porque es más
fácil acogerse a una fantasía sin razón que comprender que toda esa genialidad
pueda emerger de una sola mente.
Suelo ser bastante iconoclasta y
buscarle el punto débil (a veces reconozco que irracionalmente) a grandes obras
o ídolos. Pero William Shakespeare es sencillamente perfecto. Con sus errores y
sus incoherencias de guión. Es increíble.
Puedes literalmente sentir cómo
el teatro cambia en tu cabeza cuando entiendes sus obras. Y como dijo Alix
Gentil de la compañía The Modestos de Barcelona, cuando más he aprendido sobre
impro es cuando he realizado cursos que no eran sobre impro.
Yo espero que, siguiendo esa
fórmula, vea cómo el jardín de mi impro se despeja con la desbrozadora
Shakespeare.
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