domingo, 15 de mayo de 2022

Doble Camelo, de Blake Snyder 1

Atención, escribo esto algo ebrio de vino, sólo en casa en pleno agosto de 2021. Para que quede constancia por si alguna barbaridad se me escapa de los dedos al portátil. Disclaimeado.


He terminado Salva al Gato, de Blake Snyder, del que ya os he hablado. En este artículo, una discrepancia. Y en el siguiente, otra más.

Esta no es especialmente flagrante, pero os explico:

En un capítulo, Snyder nos señala diversos tipos de errores que un guionista novel puede cometer. Les pone nombres con bastante gancho y la verdad que funciona. Algunos son útiles. No os los spoilearé porque reconozco que hacia la parte final el libro no está mal, es una buena aproximación al mundo. Aunque no deja de ser LA SUYA, no lo perdáis de vista.

A éste, lo llama El Doble Camelo.

Doble camelo consiste en utilizar dos fuentes distintas de fantasía o irrealidad en un guion, dos focos que exigen tu atención. Un poco como la idea de Noguera de que te abdujera un ovni al mismo tiempo que veías al fantasma de tu abuelo. Dos absolutos que, de forma improbable, aparecen entremezclados en la misma obra. Snyder sostiene que es mejor apostar por uno sólo ya que el público no puede darle el valor que merecería vuestra obra si hubiérais defendido uno solo.

Hasta aquí es más o menos comprensible. Estamos hablando de guion de Hollywood, recordad que aquí la solvencia económica es un motor creativo importante. Si no el primero…

Pero lo fuerte es que pone de ejemplo la primera película de Spider Man, con Willem Dafoe. Snyder asegura que, si el público acepta que una araña radioactiva te puede dar poderes, el Duende Verde no debería obtener sus poderes desde una fuente distinta a una araña radioactiva. ¡Como si el público hubiera agotado su tanque de combustible de verosimilitud en aceptar sólo una cosa irreal!

No sé si llegados a este punto esto responde a cómo Hollywood trata a su público, o realmente hay una razón narrativa aceptable para esta incompatibilidad.

¿De pequeños no creíamos acaso que tres cerditos hablaban, y además que un lobo era capaz de destrozar una casa de madera a soplidos? La fantasía no tiene límites y menos aún si está bien encajada en un guion sólido, señor Snyder.

Uno no sabe si realmente Hollywood responde a las exigencias del público, o el público se ha acostumbrado de tal forma al pienso hollywoodiense que ya no es capaz de comer mejor…

domingo, 1 de mayo de 2022

¿A qué jugamos si no hay normas?

A ver, título que habla por sí mismo. Si no hay normas, no hay objetivo. Si no encauzamos las acciones de la impro con un conjunto de directrices que nos conduzcan a alguna parte, todo va a reducirse a un campo yermo donde caben un montón de trastos viejos, pero no florece nada.

Qué miedo nos da a los improvisadores caer por el otro lado, al mundo de las normas. Convertir el campo yermo en una ciudad gentrificada, llena de calles cuadriculadas, normas de circulación y colapsos sociales. A veces nos da tanto miedo que no nos atrevemos a sembrar ese campo. Preferimos convencernos de que esos hierbajos secos que se tuestan al sol son la naturaleza de la impro, que ya va de eso, que así es cómo funciona.

Pero es que ¡ni siquiera hay que asfaltar para que quede bonito, coño! Basta con permitir que la naturaleza aparezca lentamente, y sin darte cuenta tendrás un valle verde y lleno de propuestas por donde caminar libremente y ver el paisaje.

Pero para eso necesitas sembrar, regar, talar, despejar, nivelar el terreno y cuidar el terreno. Esas son las normas. Descubrí hace poco que la expresión que tanto gusta a los milenials “carpe diem” no significa “aprovecha el dia”. Sino “cosecha el día”. Para cosechar, hay que sembrar. Esa es la condición.

Sin normas, no hay juego.