domingo, 1 de mayo de 2022

¿A qué jugamos si no hay normas?

A ver, título que habla por sí mismo. Si no hay normas, no hay objetivo. Si no encauzamos las acciones de la impro con un conjunto de directrices que nos conduzcan a alguna parte, todo va a reducirse a un campo yermo donde caben un montón de trastos viejos, pero no florece nada.

Qué miedo nos da a los improvisadores caer por el otro lado, al mundo de las normas. Convertir el campo yermo en una ciudad gentrificada, llena de calles cuadriculadas, normas de circulación y colapsos sociales. A veces nos da tanto miedo que no nos atrevemos a sembrar ese campo. Preferimos convencernos de que esos hierbajos secos que se tuestan al sol son la naturaleza de la impro, que ya va de eso, que así es cómo funciona.

Pero es que ¡ni siquiera hay que asfaltar para que quede bonito, coño! Basta con permitir que la naturaleza aparezca lentamente, y sin darte cuenta tendrás un valle verde y lleno de propuestas por donde caminar libremente y ver el paisaje.

Pero para eso necesitas sembrar, regar, talar, despejar, nivelar el terreno y cuidar el terreno. Esas son las normas. Descubrí hace poco que la expresión que tanto gusta a los milenials “carpe diem” no significa “aprovecha el dia”. Sino “cosecha el día”. Para cosechar, hay que sembrar. Esa es la condición.

Sin normas, no hay juego.



 

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