martes, 15 de junio de 2021

¿Nos juega a favor el disparo a discreción?

 - Boom. Le he dado, Joe.

- Bien hecho, Stephen. Vamos a comernos una buena perdiz esta noche. ¡Chócala!

Que mal ¿verdad? Jamás diría “chócala” un cazador de Kentucky. En fin.

Ya nos gustaría poder disparar de esa forma en impro. Dar en el blanco y a seguir como si nada. Mañana comeremos ganso, pasado trucha, y al otro un elefante africano. Pero no, disparar desde el escenario hacia el público tiene unas consecuencias. Es como disparar a un rebaño numeroso, y puedes acertar a algunos miembros al tiempo otros se te escapan. Si alguno se libra, asustado, te puede atacar y comer la cara. Y no nos engañemos, aspirar a tener un arma lo bastante potente para acertar a todos, es utópico. Y poco deseable en lo que concierne al proceso creativo, pero de eso ya hablaremos.

Mucha gente es ofendida en redes sociales precisamente porque es gente que “pasaba por allí” y ha visto el comentario, la publicación, la opinión que no habían pedido. Podemos aceptar eso. Los perfiles en abierto de personajes con muchos seguidores, son influyentes. Y pueden elegir usar esa influencia para concienciar, o bien para seguir filtrando y segmentando sus seguidores arriesgando en sus publicaciones y su actividad online.

En fin, no es un debate sencillo si deberían o no usar ese poder para el bien. En la dictadura de los sentimientos cada individuo no alberga duda alguna: si me ofende, no debería publicarse. Pero la realidad es más complicada.

Hace un tiempo actuábamos en ferias medievales con nuestra compañía. Los personajes que interpretábamos bebían mucho de la impro, de las reacciones, corporalidad, ideas, recursos… Los espectáculos de calle en los que interactúas de tú a tú con el público son comparables a las redes sociales (hasta cierto punto). Puedes estar comunicando teatralmente para personas que NO QUIEREN escucharte. Con todo el derecho. Y eso es jodido.

¿Debería el público aceptar que está asistiendo en una feria medieval con una programación pública donde se anuncia el show, y por lo tanto comprender que se expone al funcionamiento de ese propio show en caso que unos guerreros medievales lo arrastren al centro de la plaza y lo conviertan en el foco de las miradas? ¿O deberían los actores escuchar, adaptarse a las normas no escritas de la comunicación teatral no consentida y evitar posibles reproches por interactuar con un público que, repito, no ha venido exclusivamente a verlos?

Si en las redes sociales podemos acogernos a la máxima de: si no va contigo, dale a unfollow y listo, en las ferias medievales la responsabilidad del actor (a mi modo de verlo) aumenta. Ya no por orgullo de artisteo, sino por practicidad. No te metas con quien pueda volvérsete en contra.



martes, 1 de junio de 2021

Cómo compatibilizar el control y la espontaneidad

Ojalá hubiera una respuesta escueta, pero la más escueta que hay hoy día es la práctica.

La buena noticia es que se puede. La mala es que se debe.

No olvidemos que es opinión eh. Pero sí, es la mía. Se debe compatibilizar en impro el control y la espontaneidad.

La siguiente mala noticia es que no hay porcentajes del uso de cada uno. Ni normas, ni método exacto.

Hay momentos en los que será necesario ser más progresista y fiel al instinto, será necesario escuchar tus ideas y penetrar en el mundo abstracto de nuestra imaginación para proponer algo rompedor. Una idea que estalle y cambie el rumbo de manera que impulse la impro hacia un nueva dirección que quizá nos sirva para encontrar un objetivo claro. Seguramente esa espontaneidad es la que más se recuerda, la que nos brinda mejores momentos que se nos graban en la memoria, y de hecho, la que mejor conecta con una forma que puede tener el público de entender la impro. El recurso random, la idea loca.

Y luego hay momentos en los que será necesario bajar al mundo de las normas y las reglas. Comprender que la red de imaginaciones se convierte en algo tangible cuando se permite seguir una cuadrícula de escucha, aceptación, instalación y prol que realmente y, quizá sin tanto fuego artificial para que el público pueda aplaudirlo, sostendrá nuestras ideas y las convertirá verdaderamente en un espectáculo. Sin control no hay un mérito real en lo que estamos haciendo. Sólo hay locura sin horizonte, por lo tanto caos, y por lo tanto a la larga aburrimiento. Que el público no aguante una línea recta mucho rato, como decía Chejov, en el fondo también significa que no aguanta el caos. Si cogemos distancia, mucho rato de caos sólo acaba siendo eso: mucho rato.

Es necesario abusar de ambas visiones para encontrar el punto medio. Si estáis empezando, aprended a detectar en qué punto estáis. Si conectáis más con el párrafo de la imaginación, es que pasáis la fase locura. Si conectáis más con el párrafo de las normas, es que pasáis la fase institucional.

La teoría final es: ¿realmente llega uno alguna vez a estar equilibrado entre ambas? Quizá necesitamos sí o sí de ese balanceo para no dejar nunca de aprender.