Eso mismo.
No hay que darle lo que quiere.
Hay que darle lo que necesita.
A un niño de 6 años no le gustan las verduras. Prefiere
chuches. Pero necesita verduras.
Ejempo: el último juego, Todos los Títulos.
Sacamos los títulos a medida que van saliendo y los metemos
sí o sí en la impro.
¿Qué quiere el público? Que salga el suyo.
¿Qué hacemos? Sacarlos todos sí o sí.
¿Cuál es el resultado final? Impro decepcionantemente
caótica.
Nótese que la reacción del público no se corresponde con las
ganas que tenían de que saliera el suyo.
Se han comido un plato de chuches. Buenísimas. Pero ahora
les duele la tripa.
En cambio: sacrificamos el 50% de los títulos, que no salen.
¿Qué piensa el público a corto plazo? Decepción…
Pero cuando facilitamos el transcurso de la impro con menos
inputs y mejor jugados, el pensamiento del público a largo plazo es: qué buena
impro. A pesar que no haya salido mi título.
Se han comido el plato de brócoli y ahora están
culturalmente sanos.
No hay que darle lo que quiere, sino lo que necesita.
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