Sostengo que en impro no puedes violar el texto como en la interpretación regular.
Entendemos “violar el texto” como
instrumentalizarlo de tal forma que lo usas para mostrarte, y no para expresar
lo que la historia o el personaje o la situación pide. La línea es muy fina.
- ¡Stellaaaaaa!
Marlon Brando estira el Stella
manteniendo la intención de tal manera que justifica su pomposa interpretación.
Compramos. O al menos la opinión cultural general ha comprado. Quizá un público
no educado arrugaría la nariz.
Si un actor novel reprodujera ese
“Stella” apretando los sentimientos y centrando las energías en ENSEÑAR sus
capacidades o sentimientos, estaría violando el texto. Utilizándolo para fines
propios. Forzándolo a brillar para sí. Echando pienso a las palomas de su ego.
En impro, no es tan fácil. En
primer lugar, no hay texto. Hay momentos, decisiones, intenciones y reacciones.
¿Es instrumentalizable? Por supuesto, podemos caer en la tentación de
enseñarnos a través del ingenio, la rapidez, el foco, las vocecitas que sabemos
poner o nuestro dominio físico. Claro.
Pero el camino texto – sentido –
instrumentalización está sujeto a algo que se acerca demasiado al azar. De
manera que, como se decía en alguno de los artículos anteriores, cuando aflore
un sentido profundo del texto en un diálogo improvisado, colega… Deja que el
improvisador lo instrumentalice, porque estamos ante un momento único, genuino
e improbable.
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