Recientemente he leído Improv Wisdom, de Patricia Ryan Madson. Un libro cortito publicado alrededor de los 2000, es decir que en la jovencísima trayectoria de la impro, este libro tiene ya unos años.
Seguramente Patricia publicó de
las primeras aproximaciones a la impro que establecían paralelismos entre su
funcionamiento y el propio devenir de la vida. Cómo comunicamos, cómo nos
adaptamos a los eventos que nos suceden, y cómo aplicar la filosofía impro a
nuestras vidas. Muy interesante.
Voy a discrepar ligeramente y de
muy buen rollo con lo que ella llama “La Sirena Frita”. Patricia explica que a
menudo las sugerencias del público o incluso de los propios alumnos, tienden a
ser locuras prefabricadas, seguramente debido a una comprensión superficial de
lo que busca y ejecuta la impro en escena, que suelen ser locuras surrealistas
al juntar las ideas a discreción. De alguna forma el público se acoge
inconscientemente a esa dinámica, y cuando se les pide un título para arrancar
al siguiente juego, sus propuestas pueden ser (no siempre, ojo) cosas como:
¡Sirena frita!
El ejemplo de sirena frita
representa dos unidades de lenguaje alejadas entre sí, que completan un
significado con humor directo. De alguna forma, sólo en el título ya hay
gracia, de manera que en las cabezas del público, por osmosis, esa impro va a
tener gracia. ¡Qué título más bueno! Piensan todos. A veces incluso nosotros
mismos lo pensamos.
Patricia aconseja huir de esos títulos de humor prefabricado porque en títulos más sencillos como “patito de goma en bañera” o “máquina de escribir en despacho” ya hay una historia.
Y es correcto Patricia, pero
añado algo. El humor prefabricado que entraña el título “sirena frita” es una
plataforma creativa con exactamente el mismo número de posibilidades que
“patito de goma”. El significado inicial puede ser o bien volátil o bien con
los pies en la tierra, pero el público no sabe lo que quiere hasta que se lo
das. Es nuestra responsabilidad estar abiertos a una capa de ingenio (que no
vaya en detrimento de la historia de la impro ni sirva a nuestro ego etc, etc)
y darle la vuelta al título que sea.
Puede que el título “sirena
frita” tenga ya gracia en sí. Pero puede dar lugar a una impro de auténtica vergüenza
ajena. Del mismo modo que el título “máquina de escribir en despacho” no tenga
ninguna gracia, pero puede dar lugar a una historia inolvidable. Eso quiero
decir.
Eso sí, no pongáis más “la vida
es bella”.
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