sábado, 15 de junio de 2024

Carta a los saboteadores

 

Carta a los saboteadores

 

Queridos saboteadores de clase,

He sido profesor durante unos años ya, y sois algunos los que habéis asistido en calidad involuntaria de saboteadores de clase. Os explico cómo os veo yo: personajes infames que, a pesar de estar asistiendo a clases de improvisación cómica, divertidas (y en ocasiones exigentes si el curso es profesional), interesantes y amenas, venís dispuestos a haceros un hueco en el grupo a partir de vuestro carácter huraño, juicioso y desafiante. No de vuestras ganas de trabajar o de vuestro compañerismo, no.

Veis en la figura del profesor un enemigo que os obliga a enfrentaros a situaciones desagradables, no un aliado que os quiere enseñar. Teméis salir de vuestra zona de confort y elegís un camino muy peligroso por el que discurrir. Sobre todo porque, como cuento en el artículo llamado Teenagers, la impro siempre estará a vuestro favor y a favor de la clase, ¡incluso aunque el profesor no lo esté! Corréis el peligro de que el resto de la clase os vea las intenciones y elija como aliado a la impro en vez de a vosotros, porque entonces os vais a quedar solos.

En vuestro pusilánime carácter camuflado de autosuficiencia y superioridad, bloqueáis el aprendizaje con conclusiones como: “esto ya lo sé”, “esto no me sale, paso”, o un juicioso y provocador “¿Por qué?” que nada tiene que ver con un sano: “no estoy de acuerdo con esto”. De hecho, os agarráis a esa excusa, a la del alumno curioso que desafía al profesor mediante agudas e ingeniosas apreciaciones del contenido que ponen en tela de juicio el proceso entero de la clase, y si es necesario, del trimestre. Tratáis de sentiros útiles manipulando a vuestros compañeros convenciéndolos de que el contenido o el profesor no está a la altura, cuando realmente sois vosotros los que no queréis hacer el esfuerzo que se os pide para crecer y alcanzar la altura desde la que se aprecia todo.

Ni siquiera se trata de alcanzar una altura, sólo de querer mirar el paisaje que estamos viendo todos. Pero no, nos dais la espalda en pos de una originalidad, talento, independencia y ventaja con respecto al resto del grupo. Cuando toda la clase sabe, y el profesor el primero, que si estáis aquí es porque algo queréis sacar de las artes escénicas. La mayoría de veces, lamentablemente, sólo éxito o fama prefabricados.

Lo peor, queridos, es que no estáis estudiando impro por obligación. No os dais cuenta de que, en el momento que eliges asistir a una clase, estás intrínsecamente abandonándote a lo que el profesor quiere de ti en ese momento. Necesitas confiar en él porque, en último término, ¡has pagado ese curso! Si no lo haces, tiras el dinero, pierdes el tiempo, y te esfuerzas en que los demás a tu alrededor también lo hagan porque es lo único que te hace sentir realizado.

Y hay algo peor para alguien como yo, que a día de hoy no es tan docente como artista: me obligáis a comprender vuestra posición a través de todos estos argumentos que os acabo de explicar, y me hacéis picar piedra diez veces más de lo que debería con alguien que voluntariamente ha decidido estudiar teatro. Me hacéis sortear todas esas barreras mientras pienso: ¿pero idiota, por qué no remas a favor, si estoy aquí para lo que tú quieres?

Sed más humildes y menos saboteadores.



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