viernes, 1 de diciembre de 2023

SVI o I Want to Believe

 

SVI o I Want to Believe

 

Navidad de 2020, post pandemia. Yo interpretaba a un Papá Noel con mascarilla que a los niños no parecía importar demasiado. Eran visitas personales, de manera que la credulidad, ilusión y fantasía de los menores de 6 años estaba por las nubes a unos niveles en los que deberías ser un actor auténticamente nefasto para no poder solventar la situación. Lo que se llama un bolo hecho.

Abro otro inicio: en el libro Cómo Orquestrar una Comedia, de John Vorhaus, habla de la suspensión voluntaria de la incredulidad. En el caso de los niños creo que seria SII, suspensión INVOLUNTARIA de la incredulidad. De alguna manera no son capaces de luchar contra las ganas de creer.

Y para muestra, la siguiente anécdota: Dos chavales, hermano y hermana, de visita a Papá Noel. La hermana era la mayor, con una edad ya para comprender mejor de qué iba todo el tinglado. El hermano, algo más joven pero aún así con edad ya encaminada a los últimos años de SII. Los padres les piden, al terminar, que se coloquen detrás de Papá Noel para hacer una foto. Se colocan. Con las prisas, yo llevaba la peluca mal puesta, de manera que sin fijarme, se me veía claramente el cabello detrás del pelo blanco sintético. Al terminar la foto, oigo detrás de mi que la hermana comenta:

-          ¿Lo ves? No es de verdad. Se le ve el pelo.

A lo que su hermano, con una actitud de absoluta ilusión, felicidad y éxtasis:

-          ¡Ya lo seeeeeee!

Quedé fascinado con el poder de la suspensión de credulidad. Para el niño era más sencillo dejarse dominar por su ensueño navideño que aceptar la realidad.

Y creo que a veces, cuando en la impro no cerramos del todo la trama, o un personaje queda olvidado, o no incluimos el título en la historia, el público tiene algo de ese niño. Suspenden involuntariamente su credulidad.



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