La Señora Potter no es Exactamente Santa Claus
Ayer por la noche terminé de leer este libro, y lo tengo
fresco para hacer una analogía entre mi experiencia con la novela y la impro.
Debo decir que en pocas palabras, no ha sido satisfactoria.
Esta novela de 600 páginas es una historia de trama coral,
con multitud de personajes de nombres complejos y trama enrevesada. Ahora, esta
descripción hiperbolízala (¿existe esa palabra?) en tu cabeza, y te sale lo que
es la novela en realidad.
Cuando digo multitud de personajes, es que te da la
sensación de estar leyendo una novela de 800 personajes. Cada uno de ellos
tiene como 3 nombres, y es nombrado por los demás personajes de formas
distintas cada vez. Incluso alguno de ellos tiene otras identidades y por lo
tanto es más personajes en sí mismo. En la página 300, siguen presentándote
personajes nuevos cuando hace ya rato que no recuerdas los anteriores. O te
siguen instalando formas nuevas de referirse a cada uno de ellos. O incluso te
nombran personajes animales con nombres muy parecidos a los de los personajes
principales. Te ves envuelto en un tornado de información confusa que te exige
estudiar, más que leer. Sinceramente, yo no he sido capaz de entender qué me
quería contar esta novela.
Y es frustrante, porque me gusta.
Sí, amigos. Laura Fernández tiene un estilo genial,
divertido, fantasioso y muy bien perfilado en un rollo cartoon a medio camino
entre una serie de looney toons y Fargo. Hace cosas con la literatura que yo
antes no había leído, te desbloquea posibilidades artísticas y te sumerge en un
mundo propio que es fascinante, sin duda.
Pero… no he sido capaz de entender nada.
Mi nivel de frustración se disparó ayer por la noche cuando
me faltaban 100 páginas y hacía ya 300 que no entendía quién era quién en esa
novela. Fue como conocer a una persona interesante, atractiva y muy
inteligente, pero que no te escucha, no piensa en ti y no te tiene en cuenta
para nada. Si no te acuerdas quien era este personaje que se nombró hace 250
páginas con otro nombre, allá tú. ¡Yo sigo a lo mío! Qué rabia…
¿Podría ser que esa misma sensación la tuviera algún tipo de
público con la impro? Esa sensación de ver algo meritorio, con capacidad
corporal, narrativa, cómica, escénica… Pero incapaz de seguir la trama. ¿La
gente mayor, quizá? Creo que se ha escrito algún artículo en este blog sobre la
relación tercera edad + improvisación, y en experiencia personal, debo decir
que en general no ha sido buena (con excepciones).
Creo que leyendo la Señora Potter me he sentido un poco como
una persona mayor viendo impro. Reconozco el mérito, es agradable de ver y descubro
algo totalmente nuevo. Pero no he sido capaz de pillar ni una sola cosa. No sabría
explicar de qué iba el show.