¿Sólo virtudes?
Hace poco escuché la frase “un profesor que sólo señala
virtudes a sus alumnos, no es un buen profesor”.
En un primer momento, permitidme este auto-análisis, creí
conectar con esta frase puesto que no soy muy de alabar sin motivos. En clase
creo que prefiero dejar que la risa que me produce la espontaneidad de los
alumnos se convierta en la vara de medir de su inmediatez. Así lo fue para mi
con mi primer profesor. Pero más adelante comprendí un poco más allá.
¿De qué me sirve como alumno que sólo me cuenten lo
maravilloso que soy? ¿Cómo creo mis propias conclusiones si no me marcan un
camino por el que concluir? La mediocridad se ayuda sola, y la mediocridad es
producto de la falta de criterio. Sin crítica no hay criterio. Hay que criticar
a los alumnos, señalar sus puntos débiles y empujarlos hacia las zonas en las que
aún no han transitado.
En Whiplash, el personaje de JK Simmons decía algo como “No
hay dos palabras más dañinas que buen trabajo”. Buen trabajo le da un
punto final al proceso. Le da una importancia excesiva al resultado y no deja
puerta abierta al aprendizaje. Le estamos cavando la tumba al alumno en vez de
despejarle el bosque.
¿El riesgo? Caer mal. Que te odien. Sí, claro que es arriesgado. Todos queremos gustar y caer bien. Y quizá eso con el tiempo es algo que mengua cuando va cobrando más importancia la formación en sí que no lo que piensen de mí como profesor… Yo espero que así sea. Por el momento me asusta ser odiado, y me ha pasado. Pero he aprendido que si te centras en los defectos, el día que señalas una virtud, lanzas una potente bomba de ánimo al alumno que le alienta a seguir trazando su mapa de aprendizaje.