sábado, 1 de julio de 2023

Qué ironía tan cruel

 

Qué ironía tan cruel

Sólo quiero lanzar una corta reflexión aquí que de vez en cuando se me ocurre.

Ha arrancado en los últimos años una movida impro en Barcelona de la que nos podemos sentir orgullosos. Recordemos que durante tiempo aquí la única impro estuvo en el mismo teatro durante años, y nadie pudo arrebatarle el trono. Eso, por una parte nos hizo un gran favor educando al público en lo que era la impro. Por otra parte, nos hizo un flaco favor educando al público en lo que era la ÚNICA impro. Como si en un teatro se representara el mismo Hamlet durante 30 años. Se convirtieron en un establishment de impro autosuficiente.

Últimamente se han arrancado proyectos, se organizan fiestas y hay una comunidad interesada en explicar más cosas con la impro y compartir algo más de público, cosa de la que todos nos beneficiamos.

Pero ocurre algo con los que hemos conseguido (y aún no sé ni cómo) dedicarnos a la impro profesionalmente atravesando esa jungla de monopolio.

Me da la sensación que están aprendiendo más los que tienen la impro como un extra en su vida, que no los que la tenemos como trabajo.

Es una cuestión puramente logística. Cuando se organizan la mayor parte de shows y talleres interesantes, nosotros estamos actuando en otros sitios. Hasta el punto de no poder asistir a ni un solo acto de un festival por tener bolos por toda Catalunya durante varios fines de semana seguidos.

Llega un momento que uno piensa: si sólo trabajo de esto y no puedo formarme o experimentar otras cosas que no sea mi trabajo ¿No me estaré convirtiendo en el nuevo establishment autosuficiente de la impro?



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