Qué ironía tan cruel
Sólo quiero lanzar una corta reflexión aquí que de vez en
cuando se me ocurre.
Ha arrancado en los últimos años una movida impro en Barcelona
de la que nos podemos sentir orgullosos. Recordemos que durante tiempo aquí la
única impro estuvo en el mismo teatro durante años, y nadie pudo arrebatarle el
trono. Eso, por una parte nos hizo un gran favor educando al público en lo que
era la impro. Por otra parte, nos hizo un flaco favor educando al público en lo
que era la ÚNICA impro. Como si en un teatro se representara el mismo Hamlet
durante 30 años. Se convirtieron en un establishment de impro autosuficiente.
Últimamente se han arrancado proyectos, se organizan fiestas
y hay una comunidad interesada en explicar más cosas con la impro y compartir algo
más de público, cosa de la que todos nos beneficiamos.
Pero ocurre algo con los que hemos conseguido (y aún no sé
ni cómo) dedicarnos a la impro profesionalmente atravesando esa jungla de monopolio.
Me da la sensación que están aprendiendo más los que tienen
la impro como un extra en su vida, que no los que la tenemos como trabajo.
Es una cuestión puramente logística. Cuando se organizan la
mayor parte de shows y talleres interesantes, nosotros estamos actuando en
otros sitios. Hasta el punto de no poder asistir a ni un solo acto de un
festival por tener bolos por toda Catalunya durante varios fines de semana
seguidos.
Llega un momento que uno piensa: si sólo trabajo de esto y no puedo formarme o experimentar otras cosas que no sea mi trabajo ¿No me estaré convirtiendo en el nuevo establishment autosuficiente de la impro?
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