viernes, 1 de noviembre de 2019

Hablar es improvisar. ¿Os habéis fijado?


Hablar es improvisar. ¿Os habéis fijado?

- Y nada, estaba con la chica esta de Tinder, y era la primera vez que nos veíamos eh. Ella invitó a todo, estábamos ya algo borrachos, y antes de que se fuera me vi capaz y me lancé. Nos empezamos a enrollar a saco, la gente mirando pero no nos importaba… Y de repente noto que me agarra fuerte de la camiseta y te lo juro, me aparto un segundo para mirar, y justo en ese segundo la tipa se agacha y se pone a vomitar como una loca junto al coche. En serio, chorrazo de vómito en la acera. Me libré por segundos.

Esta es una clásica anécdota decadente estándar de ciudad. La que estas deseando contar a 3 o 4 colegas, pero no más.

He tratado de fluir en escritura, dejando que aparezcan los errores y conservándolos, tal como hacemos al hablar. Ha habido algo de caos, pero una cosa es segura: sabía cómo iba a terminar esta historia desde el principio. Exactamente igual que alguien a quien ya le hubiera sucedido esto.

Ahora el mismo texto despojándolo de un componente. Averiguad cual:

- Por el suelo te lo juro. Me fue de poco. Ella invitó a todo. Me agarra fuerte de la camisa de repente. De Tinder, estaba borracha. Y me paré un segundo, eso ahí junto al coche. Vomitando como una loca. Yo borracho también. Y enrollándonos, porque yo me lancé a saco. Me libré por segundos. Con la chica esta, la gente mirando pero que va, nosotros pasando. Por el suelo todo.

¿Se entiende? Se hace uno una idea, pero telita.

¿De qué he despojado al texto? De orden narrativo.

Nosotros hablamos fieles a la inmediatez de las palabras, pero siguiendo instintivamente un orden narrativo que facilita la comprensión al receptor del mensaje. ¿No os explota la cabeza? A mí tampoco, pero me alucina igual.

Seleccionamos nuestras palabras con una espontaneidad que nos hace difícil creer que no sea absolutamente improvisado. Tendemos a pensar: este tío tiene instinto para hablar bien, para narrar sucesos. O bien: qué desastre, te dispara un dato por aquí y se te escapan tres por allí, no hay quien le entienda.

Pero la verdad es que las personas no se comunican con un instinto mágico del presente, sino que desarrollan unos buenos recursos narrativos de manera consciente hasta que los guardan en el cajón del subconsciente, si quieres llamarlo así. ¿Cómo? Escuchando. Comprendiendo a sus receptores y empatizando con ellos.

Esos recursos son tan poderosos, que a mí me ha costado más trabajo escribir el segundo texto que el primero. He tenido que pasar por el aro de la consciencia aprendida para comprender la subconsciencia.

Y eso amigos, es IMPROVISAR.

Aprender normas dramatúrgicas para contar en escena una historia que sea entendible para el público. Sin normas, el show de impro es un cúmulo de gilipolleces una tras otra que quizá, si no eres público exigente, te hace pasar un rato divertido.

Pero por poco exigente que seamos como público, nos damos cuenta de cuando alguien se comunica bien, o está haciendo gilipolleces.

¡Ordena tu impro!



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