Para explicar este efecto acuñado por mí mismo, debemos referirnos al cómico de stand up estándar.
Los cómicos de stand up “firman
con su nombre”. Me gusta esa expresión. Todo lo que dicen en escenario lo dicen
bajo su identidad auténtica. La máscara eres tú mismo, signifique lo que
signifique eso. Hay un artículo en este blog sobre la obsesión con la búsqueda
del personaje de los monologuistas, uno de los de la trilogía La Llama School.
Firmar con tu nombre entraña
riesgos. Kike García, director del Mundo Today, explica que, cuando alguien
expone algo en clave de ficción, y esa afirmación es polémica, por ejemplo,
queremos señalar el origen de esa afirmación y por lo tanto el culpable de
nuestros sentimientos heridos. Es la caza de brujas biológica. No podemos
sencillamente aceptar que la mala sensación que me ha dejado la expresión
“bebés muertos” (por decir algo objetivamente jodido) quede impune, y menos aún
debido a la excusa de la ficción. Hoy en día nos hemos armado de ideologías que
nos ofrecen un buen abanico de armas razonadoras con las cuales desarmar la
ficción y explicar que “en realidad siempre hay algo de verdad”, “sin saberlo
estás contribuyendo a perpetuar modelos conductuales nocivos” o “en el fondo
eres racista”.
Por lo tanto, en stand up,
teniendo tan a mano un nombre y una identidad el público no dudará en señalar
al cómico que se ha propasado en sus declaraciones, convirtiéndolo en el responsable
con nombre y apellido de sus sentimientos malos.
En cambio…
Me siento más protegido en la
impro (excepto en el caso relatado en el artículo Una Mala Experiencia de este mismo blog, y allí explico el porqué).
En impro somos máscaras alejadas de nosotros mismos. Todo está claramente
interpretado por personajes con los que soltamos barbaridades.
Como hace el señor Barragán.
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