Lo de las chirigotas
Hace un tiempo asistí como acomodador a un festival de chirigotas.
Menudo titular para arrancar el artículo. Pero es cierto. Mi tarea sólo
consistía en acompañar al público a su butaca, cerrar puertas y despedir al
terminar. Lo bueno es que me puedo quedar a ver el espectáculo gratis.
Las chirigotas españolas del carnaval de Cádiz agrupan
varios artistas musicales para interpretar temas que tratan sobre todo
actualidad, e incluyen vestuarios llamativos para los cantantes y músicos.
Y ahora abro la verja y me meto en el jardín.
Lo que viví en ese teatro fue una hora y media de ambiente
endogámico, una especie de atmósfera de devoción provincial hacia una forma de
arte que rompía constantemente cuarta y quinta pared, en la que el público no
sabía estar simplemente atento al show sino que gritaba, coreaba, cantaba e
interpelaba a los artistas como si estuvieran en el escenario. El proceso comunicativo
se volvió un pantano turbio en el que ya no se dibujaba una línea platea –
escenario, sino un caos de voces que, si no hubiera sido por los focos, nadie
hubiera sabido ver dónde sucedía el show.
La pasión gaditana ante todo, el orgullo de su tierra y la
diversión eran los temas de ese espectáculo. Pero precisamente ese carácter consiguió
que yo, como simple trabajador en un rincón del teatro, me sintiera desplazado
de algo de lo que yo entiendo que si quisiera, podría formar parte como
asistente a un teatro, ¿no? El ambiente era raro.
Voy a citar a dos personajes que han resumido el carácter
andaluz en los teatros.
Antonio Castelo decía: yo no voy a actuar a Andalucía porque
el público andaluz es como si fueran a un concierto con sus propios altavoces.
No escuchan, participan.
Joaquín Sabina decía: no me gusta el carácter autárquico de
la cultura andaluza.
Puedo respetarlo porque, insisto, lo viví de primera mano y no
vi nada necesariamente malo en su forma de entender el show. Pero no comparto
para nada esa endogamia andaluza. Personalmente, quiero ir al teatro a
escuchar, aprender, dejarme transportar, reflexionar y aplaudir al final.
Me gusta generalizar porque me hace escribir más fácil, pero
entiendo que no será siempre así. Habrá públicos y públicos, distintas zonas e idiosincrasias.
Pero viendo lo que viví en las chirigotas, pienso después: ¿Cómo debe ser en la impro?
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