El Milagro de la Personalización
No son pocos los bolos que acumulo entre todas las compañías
que han puesto la impro al servicio de una fiesta privada. Hay quien podría pensar
que tener que ceñirte a la info privada que te proporcionan de un cumpleañero,
una pareja, una despedida o una fiesta de empresa concreta, podría cercenar la
libertad de la impro. Pero lo mismo sucede al escribir poesía cuando los versos
deben rimar en consonante y seguir una estructura silábica específica en A B B
A. Las normas son plataformas de creación, no límites.
Dicho esto.
Mi reflexión es acerca de cómo el público recibe que (en
este caso) dos desconocidos se presenten a tu sala de fiestas, jardín o
restaurante, y se pongan a representar personajes de tu vida viviendo locas
aventuras a las que solo la impro puede dar vida.
Me remito a una actuación reciente para un grupo de colegas
que celebraban la despedida de soltero de su amigo. La información que teníamos
era escasa, así que nos permitimos proponer personajes nuevos, espacios locos y
situaciones imaginarias. Y así lo hicimos.
Surgió inesperadamente una trama sobre su novia, sus amigas,
relaciones, citas, etc. Los clichés de “amiga contra novio de su amiga” volaban
por doquier. Risa del público, todo genial. Pero dentro de nosotros resonaba
un: esto no forma parte de la info que nos han dado.
Al terminar el bolo, uno de los comentarios que nos
dedicaron después de los agradecimientos y felicitaciones fue: no sabéis cuanto
os habéis acercado a la realidad.
¿En serio?
La teoría que de aquí se desprende es: no sé si realmente
nos acercamos a la realidad tanto como el público cree. Yo más bien diría que
tener a dos desconocidos hablando sobre su vida, hace que como público actives
una serie de conectores narrativos surgidos de una premisa inconsciente: estos
dos actores realmente no saben de lo que hablan. Por lo tanto, todo lo que
improvisan es una sugerencia, y como tal, tu cerebro la interpreta tendiendo
puentes entre la realidad de tu vida y la realidad de la escena. De manera que
dentro de tu experiencia, tú terminas de completar lo que ellos proponen con tus
vivencias reales y tu memoria. ¿El resultado? El convencimiento de que lo que
han improvisado se acerca muchísimo a la verdad, ¡cuando no es así ni por
asomo!
Ojo, no trato de quitarle mérito o gracia, estoy seguro que
debe ser genial asistir como público a un show en el que tú eres el protagonista.
Pero me hace pensar en cuánto nos dejamos seducir por las formas narrativas
clásicas, los clichés de sitcom o las estructuras dramatúrgicas que apelan a
comportamientos sociales. Quizá es que en cualquier forma de comedia, por
liviana que sea, si es buena es que hay una comprensión profunda del alma
humana.
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