Creo que en general, estamos esquivando una buena bala en la
impro. La bala de los codazos y los egos. En su forma inicial y más básica, la
impro enseña cortesía, generosidad y humildad. No pasa mucho tiempo en escena
hasta que nos damos cuenta de quien no sigue estos pasos, y enseguida sentimos
una punzada de vergüenza ajena cuando vemos un improvisador pisoteando,
acaparando o robando foco a destajo por unas migajas de ego. No obstante, no
suelo toparme con eso más allá de los alumnos de primer año, y aun apenas en
ellos (almenos yo particularmente).
Desglosemos a los alumnos para identificar tendencias:
Niños de 5 a 10 años – Más que estar al servicio de su ego,
están al servicio de su participación. Creen que deben salir a escena,
aunque no sea protagonizándola. Suelen comprender cuándo no es el momento de hablar,
pero quieren sí o sí formar parte de la impro cuando ven que todas las ideas
son válidas mientras se defiendan. No es ego, son ganas de juego.
Adolescentes de 11 a 16 años – Por norma general, no se
llevan bien con su ego. Sienten que hay algo dentro de ellos que les obliga a
defender sus ideas, sus percepciones y su espacio personal, pero no se trata
tanto de brillar. Son los reyes de la negación y el conflicto, porque han
descubierto recientemente que en mundo es más hostil que cuando tenían 5 años.
Son personas indefensas a las que se les acaba de dar un cuchillo y lo usan a
discreción.
A partir de 17 – Ni siquiera diferencio los que entran
voluntariamente a estudiar y a los que no, porque la tendencia es exactamente
la misma. En general, veo una relación de tira y afloja con su ego. Existen ya
aquí los que realmente luchan por brillar, y los que se esfuerzan para que no
se los vea, en ambos casos un sistema de defensa de la individualidad.
La magia de la impro es que desde el primer momento
entendemos que la lucha contra nuestro ego, sea en la forma que sea, no tiene
lugar cuando se trata de hacer brillar al otro. Como oí decir: si brillan los
demás, brillas tú. Si brillas tú, no siempre brillan los demás.
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