Carta a los saboteadores
Queridos saboteadores de clase,
He sido profesor durante unos años
ya, y sois algunos los que habéis asistido en calidad involuntaria de saboteadores
de clase. Os explico cómo os veo yo: personajes infames que, a pesar de
estar asistiendo a clases de improvisación cómica, divertidas (y en ocasiones
exigentes si el curso es profesional), interesantes y amenas, venís dispuestos
a haceros un hueco en el grupo a partir de vuestro carácter huraño, juicioso y
desafiante. No de vuestras ganas de trabajar o de vuestro compañerismo, no.
Veis en la figura del profesor un enemigo
que os obliga a enfrentaros a situaciones desagradables, no un aliado que os
quiere enseñar. Teméis salir de vuestra zona de confort y elegís un camino muy
peligroso por el que discurrir. Sobre todo porque, como cuento en el artículo
llamado Teenagers, la impro siempre estará a vuestro favor y a favor de la
clase, ¡incluso aunque el profesor no lo esté! Corréis el peligro de que el
resto de la clase os vea las intenciones y elija como aliado a la impro en vez de
a vosotros, porque entonces os vais a quedar solos.
En vuestro pusilánime carácter
camuflado de autosuficiencia y superioridad, bloqueáis el aprendizaje con
conclusiones como: “esto ya lo sé”, “esto no me sale, paso”, o un juicioso y
provocador “¿Por qué?” que nada tiene que ver con un sano: “no estoy de acuerdo
con esto”. De hecho, os agarráis a esa excusa, a la del alumno curioso que
desafía al profesor mediante agudas e ingeniosas apreciaciones del contenido
que ponen en tela de juicio el proceso entero de la clase, y si es necesario, del
trimestre. Tratáis de sentiros útiles manipulando a vuestros compañeros
convenciéndolos de que el contenido o el profesor no está a la altura, cuando
realmente sois vosotros los que no queréis hacer el esfuerzo que se os pide
para crecer y alcanzar la altura desde la que se aprecia todo.
Ni siquiera se trata de alcanzar una
altura, sólo de querer mirar el paisaje que estamos viendo todos. Pero no, nos
dais la espalda en pos de una originalidad, talento, independencia y ventaja
con respecto al resto del grupo. Cuando toda la clase sabe, y el profesor el
primero, que si estáis aquí es porque algo queréis sacar de las artes
escénicas. La mayoría de veces, lamentablemente, sólo éxito o fama
prefabricados.
Lo peor, queridos, es que no estáis estudiando impro
por obligación. No os dais cuenta de que, en el momento que eliges asistir a una
clase, estás intrínsecamente abandonándote a lo que el profesor quiere de ti en
ese momento. Necesitas confiar en él porque, en último término, ¡has pagado ese
curso! Si no lo haces, tiras el dinero, pierdes el tiempo, y te esfuerzas en
que los demás a tu alrededor también lo hagan porque es lo único que te hace
sentir realizado.
Y hay algo peor para alguien como yo,
que a día de hoy no es tan docente como artista: me obligáis a comprender
vuestra posición a través de todos estos argumentos que os acabo de explicar, y
me hacéis picar piedra diez veces más de lo que debería con alguien que
voluntariamente ha decidido estudiar teatro. Me hacéis sortear todas esas
barreras mientras pienso: ¿pero idiota, por qué no remas a favor, si estoy aquí
para lo que tú quieres?
Sed más humildes y menos saboteadores.