miércoles, 1 de mayo de 2019

Teoría de las Viñas


Esto lo escribí como en Octubre de 2018 eh. Atentos:


Esto ha sido hoy.

En el asiento trasero de una calurosa furgoneta, a 120 km/h por la autopista A2. Salimos de un recóndito pueblo agazapado entre los riscos pedregosos de la Cuenca profunda, en el que, ante nuestros asombrados ojos, un pueblo entero aunaba esfuerzos habilitando un granero para convertirlo en teatro y guarecer así a nuestro público de la tormenta. Pues bien, volviendo de esta profética situación de trabajo en equipo y colectividad, yo poso la cansada vista en los horizontes de los Monegros. Y de vez en cuando la aridez del paisaje que veo por la ventanilla da paso a las plantaciones de vid, colocadas en estrictas líneas.

Ojo con eso.

Conoceréis ese efecto visual, ¿no? La distribución de las plantas es tan perfecta que mi ojo percibe un bonito patrón fractal, una especie de escultura matemática en el suelo al alternarse el tono verde de las viñas y el marrón de la tierra. Cierro un ojo como afinando la puntería y, en mi mente nerviosa pero abstraída, tomo una fotografía de esas líneas intentando encontrar la recta total. Ese punto cuantificable en el que la plantación y el horizonte quedan unidos por un trazo absolutamente perfecto de viñedos. Y llego pronto a una simple conclusión: es difícil de cojones. De hecho ni siquiera es comprobable sin una buena cámara y tal. Vaya chorrada.

¿Sabes cuándo cae accidentalmente el bote de pintura y de repente ves una forma perfecta dibujada en el suelo? Pues así aparece en ese momento la teoría de las viñas en mi cabeza.

El actor puede tratar de encontrar esa línea perfecta entre el horizonte y el público. Tratar de dibujarla de una manera tan precisa como aparentan las viñas a los ojos del pasajero.

El público no llega a percibir jamás esa línea perfecta. Percibe la sucesión de viña y tierra en un patrón consecutivo, y ese movimiento es la perfección, formada por pequeñas perfecciones.

El actor puede usar sus recursos escénicos para dar velocidad, formas y colores a sus campos de viñedos. Todas son variables.

El público disfruta la combinación de velocidad, forma y color.

Ala, ya está. Es eso. Osea, dentro de la furgoneta la teoría no llegó mucho más lejos. Lo que sigue es desarrollo posterior a una buena siesta, ya en casa. Pero se resume rápido:

El IMPROVISADOR no solo dibuja un patrón y velocidad a los ojos del pasajero.
También planta las viñas.

(Música épica de tráiler para que cale bien la coletilla final)


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