Hay que querer algo SIEMPRE
Había una vez un personaje muy
interesante, con una gran construcción física, en un lugar con muchas
posibilidades y rodeado de gente compleja y apasionante, que no quería nada.
Fin.
No se cuentan historias de
personajes que no quieran nada. Evitar proponer como protagonistas bebés que no
escuchan, drogados, locos y borrachos es algo que ya he mencionado en otros
artículos y en muchas clases. No dejo de repetirlo.
Por mucho impacto emocional que
busquemos en escena y pantalla, requerimos coherencia intelectual para que los
personajes reaccionen a la trama de una forma que nos parezca lógica y
prestemos atención a la historia. Nuestro personaje tiene que QUERER algo.
La dramaturgia compleja nos dice,
además, que debe tener una debilidad. Debemos comprender cuál sería el peor
escenario posible de nuestro personaje, debemos comprender qué necesita a un
nivel profundo y casi místico, debemos definir sus motivaciones específicas y
sus peores miedos… Pero creo que las condiciones inmediatas de la impro nos permiten
resumirlo a ¿Qué quiere?
Si ¿qué quiere? es el motor
básico de nuestro personaje y queremos darle más caballos de potencia a este
motor, entonces podemos alimentarlo con combustible de debilidades,
atornillarlo con impactos emocionales pasados, lubricarlo con necesidades y pulirlo
con pasiones. Pero os aseguro que si nuestro personaje no QUIERE algo con toda
o aunque sea una porción de su alma, no va a recorrer ni 10 metros en la
carretera de esta historia.
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