¿Actor de comedia o entertainer?
Una dicotomía clásica derivada de experiencias teatrales
propias.
La reflexión tiene su origen en oportunidades de trabajo en
las que siempre incluyo, inevitablemente, procesos impro. Espontaneidad,
inmediatez… La impro todo lo tiñe.
El ingrediente espontáneo puede servir para todos los campos
de la interpretación, puesto que, como hemos dicho en muchos artículos de este
blog, el personaje no sabe lo que va a decir, sólo el actor lo sabe. Y en el
caso de la impro, ni siquiera.
Entonces surge la risa. Ser espontáneo es estar al momento
presente, inmediato. Y existen muchas maneras de servir la risa. Ahí voy.
Me he visto envuelto en funciones teatrales en las que se
pedía una habilidad de entertainer o animador. Vínculo potente con el público,
capacidad para moverlos, levantarlos de la silla y corear canciones. Y he
descubierto, para mi asombro, que se me da fatal.
No obstante, eso es en un contexto de “fiestas del pueblo”.
Escenario al aire libre, entrada gratuita, vacaciones… En ese entorno, se exige
una energía extra hacia el público, puesto que hay un componente de “teatro de
calle”. PERO. Cuando la misma obra se representa en un teatro a taquilla, en
temporada, en el Paralelo de Barcelona, mi espontaneidad se aplica a la
habilidad de actor cómico, no tanto de entertainer. ¿Por qué? Pues mi teoría
(cómo me gusta teorizar) es que el público viene a ver teatro, no a bailar.
La impro puede servirse de ambas habilidades: interpretación
cómica y animación. Ninguna queda por encima ni por debajo, todo depende del
contexto de la actuación. Pero hay algo importantísimo: reflexionar en cuál se
está más cómodo y conocerse a sí mismo. Porque amigos/as, a la impro le falta
reflexión e identidad.
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